El día de San Francisco Javier celebramos todos los años el Día de la Misión Diocesana de Navarra. Los católicos navarros, además de colaborar generosamente con las misiones directamente dependientes del Papa con la jornada del Domund, tenemos también otros compromisos diocesanos directos con la difusión del evangelio y la ayuda a Iglesias necesitadas.

Nuestra colaboración directa con las Misiones tiene dos caminos, uno el de los misioneros navarros, especialmente los sacerdotes diocesanos y los seglares que los acompañan; el otro es la ayuda directa que ofrecemos a algunas Diócesis de Africa, América y Asia.

Este año, siguiendo el ejemplo de las Misiones Pontificias, queremos que nuestra Jornada misionera tenga un carácter intensamente mariano. María, como Madre de Jesús, es la primera interesada en la difusión del evangelio. Ella es Madre de la Iglesia naciente, Madre de los Apóstoles, los de entonces y los de todos los tiempos.

María es ahora mismo Madre y Maestra de misioneros. Con su ejemplo y con su asistencia espiritual despierta en nosotros el amor a Jesús, la admiración hacia El, la compasión por los que no lo conocen ni han recibido el consuelo y la alegría de su evangelio. Estos sentimientos son la fuente de las vocaciones misioneras, de nuestra solicitud por la difusión del evangelio y nuestro apoyo a quienes están en la primera línea de la misión.

María es maestra y madre de quienes acompañan a Jesús por los caminos del mundo, maestra y madre de quienes ayudan a los apóstoles y misioneros. Ella tiene que ser madre y maestra de cada uno de nosotros en nuestra ayuda continua a la difusión del evangelio. Nadie como Ella nos puede ayudar a comprender lo importante que es la difusión del evangelio y de la fe cristiana en todos los países del mundo y en todos los rincones de la tierra, para alabanza de Dios, para alegría y salvación de los que creen, para la fraternidad, la concordia y la reconciliación entre todos los hombres de la tierra.

No es exagerado decir que hoy, por desgracia, tenemos la misión a la puerta de casa. ¿Quién no conoce un amigo o una amiga que no creen en Dios, que no se acercan a la Iglesia, que no viven de acuerdo con la santa ley de Dios? Un amigo, un vecino, un familiar, pueden ser hoy nuestra misión. Con la oración, con el ejemplo, con una palabra bien dicha en un momento oportuno. Los buenos cristianos no pueden vivir tranquilos si no hacen algo en línea misionera con los de cerca o con los de lejos.

Os invito a comentar con la Virgen María, en un rato de oración cercana y filial, qué es lo que podéis hacer por la difusión del Evangelio en el mundo. Rezar, colaborar, entregar una buena limosna, ¿quizás ofrecer vuestra vida entera? Cada uno, arrimado al corazón maternal de la Virgen María, verá lo que Dios le pide y lo que puede hacer. Que Ella nos ilumine y nos ayude a ser misioneros de Jesús, misioneros de la salvación de Dios.

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