NO CONFUNDAMOS EL PROGRESO 22-06-2008

Se ha puesto de moda y de modo especial en los ambientes más diversos que la forma de regir hoy nuestra vida debe estar en consonancia con el progreso. No existe ni tiene relevancia social quien se salga de esta palabra mágica. El ser progresista, “estar al día” y “ser modernos” magnifica las relaciones y hace, como si de un alo se tratara, que las admiraciones vayan hacia aquellos que con rostro liberado promueven con tantos matices un estilo de vida que mirándolo bien nada tiene que ver con la promoción y la dignificación humana. La enumeración es tan amplia que se podrían escribir libros y libros sobre tal forma de actuar. Pero me voy a fijar en ciertas formas de modernismo o progresismo que, simplemente con enumerarlas y analizarlas un poco harán sentir el contrasentido que hoy se va proclamando y además con aires de grandeza.

El respeto a la vida es fundamental y nadie se opone en principio pero el mal llamado progreso ha inculcado una filosofía tan fuera de la lógica que provoca la confusión. Si la vida tiene sentido desde los inicios hasta el final ¿por qué se justifica la interrupción de la misma? Progreso verdadero será quien promueve la vida en sus distintos estadios, lo otro será regreso e interferencia. Lo malo de este modo de pensar es el de que todo viene justificado por los parámetros egoístas y por una falsa concepción de lo que el ser humano está llamado a vivir. Esto que parece lo más normal se ha convertido en extraño y se promueven hasta campañas o se inculcan estas ideas falsas en los ámbitos de la misma educación y formación de los niños y jóvenes. ¿Se puede decir que es progreso las leyes que promueve la “cultura de la muerte”?. No me cabe en la cabeza que a esto se le llame progreso.

La libertad de conciencia, aun cuando se admita en sus principios más básicos, en el momento que la ideología de turno quiera imponerse no permite que se pueda ejercer la propia conciencia como camino de libertad. Es contradictorio que se hable de libre disposición en un ámbito democrático y se recorte la propia opción. No tiene sentido hablar de progreso si se acalla la conciencia de los ciudadanos y se permite, en todo caso, si concuerda con los parámetros de la ideología idolatrada de quien conduce al pueblo. Si en otras épocas esto no tenía sentido, mucho menos ahora que nos jactamos de mayor diálogo y de mayor ámbito democrático. No llego a comprender que esto suceda y que sea incluso admitido. La libertad de conciencia es un derecho que tiene toda persona y toda familia.

Con estos dos ejemplos ilustramos la concepción equivocada que existe sobre la palabra que hoy se ha convertido en casi mágica como es la del progreso. Hay mucha más expresiones de este mal llamado progreso que convendría recordar pero estos dos botones de muestra nos dan a entender con el falso énfasis que se utiliza la palabra de progreso.

 

 

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