Es significativo que haya sido beatificado un joven que amaba la Eucaristía y por su fuerte amor a ella se acercaba a los pobres como si del mismo Jesucristo se tratara. Su nombre es Carlo Acutis (italiano) y falleció en el año 2006, a los 15 años, a causa de la leucemia. Se le conoce como el “ciberapóstol de la Eucaristía”. En la Eucaristía encontraba la relación con un Amigo y con el que no caben ni mentiras, ni superficialidades. Esto le impulsaba a transmitirlo a través de internet y tenía muchos seguidores. Consideró la Eucaristía como el “Pasaporte para ir al Cielo” y el Rosario como la escalera más corta para subir al mismo y el “arma más poderosa”, después de la Eucaristía, para luchar contra el demonio. Amaba profundamente a la Iglesia que defendía sin ningún obstáculo por muchos que le pusieran. Solía decir: “Todos nacemos como originales, pero muchos mueren como fotocopias”. Su único programa era estar muy unido a Jesucristo; por eso decía: “Encuentra a Dios y encontrarás el sentido a tu vida y lo único que hemos de realmente temer es el pecado”. Muchos consejos, él daba, y centraba de lleno en el blanco del amor.

No cabe duda que hoy se necesita mirar mucho más alto de lo que se mira cuando los ojos se clavan en el suelo y digo esto porque es saludable y hasta necesario dar sentido de transcendencia a la vida. Es la excepcionalidad de quien, estando en esta tierra, vive con la mirada en el Cielo. Así lo experimentó el Beato Carlo y así lo transmitió sin manifestaciones extrañas y populistas. Él vivió con sencillez y tal fue su cercanía a la gente que a todos les tocaba el corazón e incluso muchos se convirtieron de una vida superficial a una vida más coherente con aquello a lo que estamos llamados por naturaleza y por espíritu. Creo que, en estos momentos, es tocar la experiencia de un joven que supo centrar su vida en lo esencial. Tal vez y así lo espero nos de un toque al corazón para saber poner, en nuestras vidas, lo fundamental. Nos preocupan muchas cosas y es justo, pero no hemos de marginar a aquello que es la esencia de la vida.

La experiencia de muchos santos se basó en las palabras de Jesús: “Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? Pues ¿qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?” (Mc 8, 36). La vida tiene sentido cuando la basamos en la vida eterna más que en los dones terrenos. Y los dones terrenos tienen que ser apreciados en tanto en cuanto nosotros no somos dueños sino administradores del regalo que nos ha hecho Dios para gozar de su máximo amor que es el Cielo. El Beato Carlo supo centrar su existencia en lo que más vale y para quitar su ceguera aprendió a amar al pie de la Eucaristía y era la que le llevaba a los demás con la fuerza del amor y con especial ternura a los más pobres. Algo grande palpitaba en su corazón y así los atraía, lo reconocían y se convertían. Aunque sus padres eran católicos no practicantes, lo bautizaron y no se opusieron a que recibiera su Primera Comunión y Confirmación. En casa tenía una niñera polaca que le inició en la verdad de la fe. El testimonio de una persona de fe le ayudó a enarbolar la fe con su testimonio y esto era lo que convencía a muchos y cambiaron de actitudes y de modo de vida.

Ante estas circunstancias que nos rodean bien conviene recordar lo que he manifestado como esencial durante este tiempo, por ello propongo que en todas las UAP, en algún lugar central, se tenga la posibilidad, para los fieles, de la Adoración al Santísimo y horarios de Confesores. No hemos de olvidar que quien evangeliza es el Señor Eucaristía en medio de nosotros. Los frutos de la Adoración Perpetua están produciendo ilusión en la vida cristiana, alegría de ser testigos del Señor, conversiones ante las esclavitudes que hoy acechan y se imponen como modernidad, aliciente vocacional –cada uno según su estado de vida-, seguridad en la opción realizada, matrimonios en peligro de separación que reconstruyen su matrimonio… Son los milagros de su Presencia adorada y glorificada. Ruego al Beato Carlo que ayude a muchos jóvenes para que se asocien, como él, a ser testigos vivos de amor a Cristo y a los necesitados.

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