He is Risen. Empty Tomb With Shroud. Crucifixion at Sunrise. The illustration contains 3d elements.

T odos buscamos estar sanos y esto significa tener salud. Ahora bien, en muchos momentos, creemos que la salud corporal es lo más saludable e importante. Lo es pero no sólo. Muchas veces me pregunto sobre las motivaciones que nos mueven para estar sanos y siempre me suena que es la salud corporal a la que más cuidamos. Pero en la experiencia humana confluyen tres factores importantes: “El cuerpo, el alma y el espíritu”. El mismo San Pablo así lo expresa: “Que el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que vuestro ser entero –espíritu, alma y cuerpo- se mantenga sin mancha hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1Ts 5,23).

Sabemos por la misma filosofía que el hombre está compuesto de alma y cuerpo. Ante tal exposición nos puede venir la pregunta: ¿Por qué entonces San Pablo habla de cuerpo, alma y espíritu? El P. Paulo Ricardo expone que la Iglesia enseña con toda claridad que no son dos almas, sino cuerpo y alma. Existe, sin embargo, en esta única alma, es el lugar donde habita Dios. Se trata del ‘espíritu’, es decir, una realidad sobrenatural que existe en el ser humano y que “significa que el ser humano está ordenado desde su creación a su fin sobrenatural, y que su alma es capaz de ser sobreelevada gratuitamente a la comunión con Dios” (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nº 367). El lugar donde Dios habita en cuanto Espíritu Santo es lo que se llama “espíritu”.

El alma contiene sus potencias de memoria, inteligencia y voluntad pero al mismo tiempo tiene un lugar más profundo donde se hace más presente Dios. Como decía San Agustín: “En lo más íntimo de mi mismo tú estás”. Y en este sentido será San Pablo quien afirme: “¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habita en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?” (1Co 6,19). Por lo tanto lo que dignifica al cuerpo y al alma es la presencia amorosa de Dios que nos ha creado por amor y al amor suyo nos convoca hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El ser humano no fue abandonado a sí mismo, naturaleza pura, puesto que dentro de su naturaleza existe la sobrenatural, la naturaleza agraciada por Dios.

Esto nos lleva a pensar que ha de haber médicos de cuerpos (traumatólogos, cardiólogos…), médicos del alma sicológica (sicólogos y siquiatras) y médicos del alma espiritual (apóstoles, sacerdotes…). En esta conjunción se lleva a cabo la auténtica salud del ser humano. Tal vez influenciados, a veces, por el materialismo exacerbado parece que todo está supeditado y nada más que por la salud corporal y es un craso error. Pero, por otra parte, se piensa que con la sicología y la siquiatría se solucionan los problemas anímicos y todo lo demás sobra. También se puede caer, en ciertos momentos, en la ingenua afirmación aquella del que llega a pensar que todo se soluciona desde un manipulable espiritualismo exclusivo.

La salud corporal, sicológica y espiritual conjuntadas ayudan a la madurez de la persona y al equilibrio que le lleva al ser humano a una armonía existencial. Las tres configuran a la persona que contiene cuerpo, alma y espíritu, según la expresión de San Pablo. Por eso unos dirán que existe la salud corporal, otros que se fomente la salud mental y otros que se cuide la salud espiritual. Si vamos al médico del cuerpo nos aconsejará hacer deporte y comida sana; si oímos a los sicólogos o siquiatras nos invitan a tener relaciones sanas y elevar la vida cotidiana desde el optimismo y desplazando el pesimismo; y si nos acercamos a los maestros del espíritu nos animarán a una mayor plegaria para, en amistad, vivir unidos al Amor de los amores que nos calmará el espíritu en paz, gozo y esperanza. Al cabo de todo este desarrollo existe la persona humana que conjuga y debe cuidar de la salud integral: de las tres. Al final de todo este transcurso vital lo único que permanecerá será lo sobrenatural que está garantizado por la Resurrección de Cristo.

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