Hay un engaño muy común que está enraizado en las relaciones humanas y es cuando se quiere conquistar y dominar a las personas. A este engaño se le denomina la zalamería. Está muy en boga y se utiliza con gran frecuencia puesto que, con la zalamería, se consiguen los fines que son la de adueñarse de la persona con mentira y chulería. El zalamero es una persona que demuestra cariño de una forma exagerada y casi siempre empalagosa; generalmente para conseguir algo. Si alguien sabe de estas artes es el Maligno que es adulador, lisonjeador, halagador, príncipe de la mentira y tiralevitas. Estos son los apelativos con los que se definen muy bien las artimañas del diablo. En el diccionario del Maligno no existe la palabra amor puesto que sólo en él existe la maldad; no existe en él el trigo sino la cizaña. Recordamos este pasaje: “El que siembra la buena semilla es el Hijo de Dios; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino de Dios; la cizaña son los hijos del Maligno. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo; los segadores son los ángeles. Del mismo modo que se reúne la cizaña y se quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo de Dios enviará a sus ángeles y apartarán de su Reino a todos los que causan escándalo y obran la maldad, y los arrojarán en el horno del fuego. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que oiga” (Mt 13, 37-43).

El Maligno ha provocado el desastre en muchos y ahí vemos testimonios muy dolorosos. Ante el Maligno solo existe un modo de hacer y es el de atacarle de forma muy contundente y, sobre todo, en el momento que nos invite -con sus halagos- a realizar algún acto se ha de huir de él sin titubeos y nunca dialogar con sus artimañas. Es astuto y adulador por naturaleza y con tal de hacer el mal adula de forma muy convincente y con malicia. “El mal en el mundo no proviene de Dios, sino de su enemigo, el Maligno. Es curioso: él va de noche a sembrar la cizaña, en la oscuridad, en la confusión… Donde no existe la luz, él va y siembre cizaña. Este enemigo es astuto: ha sembrado el mal en medio del bien” (Papa Francisco, Ángelus, 20 de julio 2014). Recuerdo el testimonio de un joven que se dedicó a vivir metido en los lodazales del sexo y del dinero. Cada día eran más las ansias de ser feliz y no lo lograba. Con el tiempo pasando por un templo se acercó a las oraciones de unos religiosos contemplativos. Poco a poco se fue dando cuenta que su vida era un auténtico engaño; cambió de vida y ahora ha encontrado su auténtica libertad y felicidad. Las lisonjas y halagos del Maligno le habían atrapado y convertido en un servil de las pasiones más abyectas y del afán de poseer enloquecido.

El Maligno se caracteriza por ser el príncipe de la mentira. Se ha de estar muy atentos puesto que tienta de tal forma que convierte el mal en bien y la mentira en verdad. Recuerdo la experiencia de una persona consagrada que involucrada en las ideologías progresistas y liberacionistas tuvo una aventura sentimental. Todo iba aparentemente bien en los comienzos; al poco tiempo las dificultades aumentaron y las consecuencias fueron desastrosas. “Ahora entiendo que la mentira, el Maligno, la envuelve en suave miel de verdad. Nunca había experimentado el infierno de la desesperación… Me recuperé gracias a la Misericordia de Dios y de la Iglesia”. Por muchas vueltas que demos y por muchas justificaciones nunca la mentira será fuente de felicidad, más bien será torrente de angustia y agotamiento existencial. “Acuérdense de esto. Dios en cambio sabe esperar. Él mira en el campo de la vida de cada persona con paciencia y misericordia: ve mucho mejor que nosotros la suciedad y el mal, pero también ve los retoños del bien y espera con confianza que maduren” (Papa Francisco, Ángelus, 20 de julio 2014).

También el Maligno tienta con posicionarnos y hacer que estemos por encima de los demás y para ello usa la artimaña del tiralevitas y pelotillero. Es muy común que todos deseemos ir a puestos superiores para elevar nuestro orgullo de ser más que los demás. Los puestos de responsabilidad que no tienen como meta el servicio y la entrega generosa por amor a los demás, se convierten en tiranías amargadas y en autoritarismos endiosados. Esto puede ocurrir en todos los campos: de la cultura, de lo público y del ambiente religioso… puesto que para “subir puestos”, se tira de la levita del que puede conceder tales títulos. Al final sólo el trigo irá al buen Granero del Reino de Dios y la cizaña al horno de fuego del llanto y rechinar de dientes que es el reino del Maligno. El Maligno no sólo es zalamero sino muy malo y, lo peor de todo, no tiene vergüenza de engañar e invitar a lo más amargo.

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