Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 2 de junio, en la Catedral de Pamplona, con motivo de la fiesta del Corpus Christi

 

Queridos sacerdotes concelebrantes, queridos hermanos y hermanas, queridos niños y niñas que habéis tomado la comunión.

Jesús nos dice, “Tomad, esto es mi cuerpo”, “Esta es mi sangre”. Aquí está la clave de la fiesta del Corpus Cristi que celebramos hoy. Estamos hablando de la persona de Jesús en su totalidad. No nos muestra su Cuerpo, sino que nos da su cuerpo y su sangre. Es Jesús quien toma la iniciativa. ¿Alguna vez en nuestra vida he dicho estas mismas palabras a una persona? ¿Alguna vez he dicho, te doy mi vida, te doy mi cuerpo, me entrego por ti?. Son palabras profundas, fuertes, que implican un gran compromiso. Conviene recordar lo que también nos dijo Jesús en la Última Cena, “os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis” (Jn. 13, 15) o como nos dice en otro momento “haced esto en memoria mía” (Lc. 22, 19). Es una llamada a hacer vida lo que Jesús hizo con sus discípulos en la cena. Es poner en gestos y actos, en la vida de cada día, lo que Jesús hizo por todos nosotros. Comulgar con Jesús es comulgar con alguien que ha vivido y ha muerto entregado totalmente por los demás. Su cuerpo entregado y su sangre es una sangre derramada por todos nosotros, por amor.

En la eucaristía, se produce una unión íntima con Cristo. Esta mañana, en esta misa, me uniré profundamente con Jesús. Esta unión me lleva unirme también con los demás. No puedo guardarme a Cristo solo para mí. Cuando salgo de la eucaristía Jesús me envía al encuentro con la gente, pero especialmente con los necesitados “Id pues a los cruces de los caminos, y a cuantos encontréis invitadlos a la boda” (Mt. 22, 9). Al término de la Eucaristía Jesús nos invita salir a los cruces de caminos, a buscar a los que están solos y abandonados de nuestra sociedad, porque para estos también ha venido Jesús, por estos también se ha entregado y a estos también ha invitado. No hay que esperar a que llamen a nuestra puerta, sino salir nosotros y hacernos los encontradizos con las personas pobres y que nos necesitan.

Benedicto XVI insiste en esta forma de vivir nuestra fe, “La Eucaristía, a través de la puesta en práctica de este compromiso, transforma en vida lo que ella significa en la celebración”. “En efecto quien participa en la Eucaristía ha de empeñarse en construir la paz en nuestro mundo marcado por tantas violencias y guerras, y de modo particular hoy, por el terrorismo, la corrupción económica y la explotación sexual” (Sacramentun Caritatis. 89).

El Papa Francisco en su homilía del Corpus Cristi en el año 2020, en la Basílica de San Pedro subrayó, «nos levanta de nuestro cómodo sedentarismo y nos recuerda que no somos solamente bocas que alimentar, sino también sus manos para alimentar a nuestro prójimo. Es urgente que ahora nos hagamos cargo de los que tienen hambre de comida y de dignidad, de los que no tienen trabajo y luchan por salir adelante. Y hacerlo de manera concreta, como concreto es el Pan que Jesús nos da. Hace falta una cercanía verdadera, hacen falta auténticas cadenas de solidaridad”. Es una llamada a romper nuestra comodidad, a arriesgarnos y dejar atrás nuestras seguridades.

El Corpus Cristi nos invita a salir de nuestra zona de confort, a pasearnos por las calles y hacer realidad el mandamiento de Jesús. Es vivir el día de la caridad, el día del Corpus Cristi entre los pobres de los pobres. Dignificando su vida y su existencia, “En verdad os digo, que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt. 25, 40). El Corpus Cristi nos invita a descubrir en los pobres el rostro de Jesús. Es ver en las miserias humanas, muchas veces producto de la insolidaridad e indiferencia de muchos cristianos, el rostro de Jesús, sufriente y marginado.

El año que viene el Papa Francisco nos ha convocado a celebrar el Jubileo de la Esperanza de 2025 (publicada la Bula el 9 de mayo 2024). Este Jubileo no quiere que se aleje del compromiso del Corpus Cristi, del compromiso que nos trae la eucaristía de hoy. No hay Jubileo sin compromiso con los pobres. Por eso nos dice que “En el Año jubilar estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria”. (Jubileo de la Esperanza 10a) “Pienso en los presos que, privados de la libertad, experimentan cada día —además de la dureza de la reclusión- el vacío afectivo, las restricciones impuestas, y en bastantes casos, la falta de respeto”. (Jubileo de la Esperanza nº 10b). “Que se ofrezcan signos de esperanza a los enfermos que están en sus casas o en los hospitales. (Jubileo de la Esperanza nº 11).  También necesitan signos de esperanza aquellos que en sí mismos la representan: los jóvenes. (Jubileo de la Esperanza Nº 12.) “No pueden faltar signos de esperanza hacia los migrantes, que abandonan su tierra en busca de una vida mejor para ellos y sus familias”. (Jubileo de la Esperanza Nº 13.) “Signos de esperanza merecen los ancianos, que a menudo experimentan soledad y sentimientos de abandono”. (Jubileo de la Esperanza Nº 13.). Estos son los comensales que Jesús llamaría para compartir la cena pascual, la cena de la entrega, del compromiso. Por todos ellos sangra el corazón de Jesús. El Jubileo de la Esperanza es una llamada a la solidaridad y a la justicia social para tantas personas que han perdido toda esperanza.

Desde que he llegado a esta diócesis siempre digo que sueño con una Iglesia donde todos estemos sentados en la misma mesa, la mesa de la Iglesia, la mesa común. Donde todos seamos iguales y nos miremos cara a cara. Una mesa en la cual todos tenemos un sitio, una silla. En el Jubileo de la Esperanza que el Papa invita a la Iglesia a celebrar en 2025, nos presenta las personas que quiere que participen en dicha mesa, los pobres, necesitados, los descartados de nuestra sociedad. El Corpus Cristi tiene que ser algo más que la celebración de un día, tiene que ser un estilo de vida. Un estilo de compromiso de todos los días, una opción de vida que alimente mi fe y mi participación en la eucaristía. Cada día que asisto a misa, cada día que comulgo es Corpus Cristi, y sueño con una mesa de la eucaristía donde todos podamos sentarnos y alimentarnos en nuestras necesidades, una mesa común donde se respeten los derechos de las personas:

  • Que todos se sienten en la mesa de la dignidad. Que a nadie falte el pan de la dignidad humana.
  • Que todos se sienten en la mesa de la liberación, donde a nadie le falte el pan de la libertad humana.
  • Que todos se sienten en la mesa del amor, donde a nadie le falte el pan de sentirse querido y amado.
  • Que todos se sienten en la mesa de la tolerancia, donde a nadie le falte el pan del respeto y la aceptación entre nosotros.
  • Que todos se sienten en la mesa de la igualdad, todos seamos iguales, y nadie esté por encima de nadie.

En nuestra celebración de hoy,  también veo a niños que este año han recibido por primera vez a Jesús, su gran amigo. Quiero y deseo que ese Jesús que han recibido lo reciban muchas más veces. Que sea su amigo de verdad y le recen a él para que les ayude a su vida de cada día, y en su familia. Jesús quiere estar en el corazón de estos niños y en la familia de todos los niños que han recibido la comunión. Jesús quiere quedarse en el corazón de estos niños para que también vivan el Corpus Cristi. Que sean solidarios en casa con sus padres y hermanos, y que sean solidarios y cercanos con los niños que se encuentren en el colegio o en la calle.

A continuación, vamos a salir a la calle, vamos a comenzar nuestra procesión. Queremos exponer a Cristo Eucaristía para que todo el mundo lo vea, lo adore. Me gustaría que este Cristo que vamos a llevar a la calle se quede entre la gente, que quien lo vea se interrogue, que quien lo vea lo descubra. Que quien lo vea lo quiera y lo ame y sea su fortaleza en la vida. Pero también quiero que este Cristo que sale por nuestras calles de Pamplona abra los ojos y vaya descubriendo las pobrezas de nuestra ciudad. Descubra las necesidades de nuestros ciudadanos, especialmente los más pobres que están en la calle. Cristo sale a la calle para abrazar y bendecir al pobre, al que está solo, al enfermo, al inmigrante. Que Jesús eucaristía sea esperanza de una nueva vida, y nos impulse a todos los que vamos a acompañar en esta procesión a Jesús a comprometernos con lo que veamos, especialmente con aquellas personas más vulnerables y necesitadas.

Hoy Cristo muere por nosotros, para que tengamos vida. ¿Por quién vas a morir tú hoy para que tenga vida? Que el Corpus Cristi no pase de largo en tu vida.

 

+ Florencio Roselló Avellanas, O. de M.

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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