Jubileo de agricultores y ganaderos

20 de mayo de 2025

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 18 de mayo, en la Catedral de Pamplona, con motivo del Jubileo de agricultores y ganaderos


El pasado jueves, 15 de mayo, en muchos pueblos de Navarra se celebró la fiesta de San Isidro Labrador, patrono de los labradores. Yo mismo participé en una de ellas, en Funes, y fue una jornada entrañable, donde san Isidro y los agricultores fueron los protagonistas. Como Iglesia de Navarra hoy queremos celebrar el jubileo de los agricultores, donde ellos sean los protagonistas de nuestra celebración en la Catedral de Pamplona. Nuestra Iglesia está con vosotros. Todas las imágenes de Jesús en los Evangelios hacen referencia a la agricultura: la vid y los sarmientos, el sembrador, espigas, la higuera, la uva, el aceite, la oliva…; referencia también a la ganadería: oveja, rebaño, buen pastor.

Normalmente los agricultores y ganaderos no son noticia, es una vida silenciosa, a veces solitaria, pues cada agricultor y ganadero va a trabajar a su campo, a su finca. A primera vista, podría parecer que la vida de un agricultor tiene poco que enseñarnos hoy, en un mundo tan tecnificado, sofisticado y acelerado. Saltan a la primera línea de la noticia cuando reivindican algo justo, no por lo que hacen y producen, lo cual es triste. Llegué a Navarra como obispo en enero del pasado año y en febrero me encontré con una protesta y lucha, considero que justa, por una mejora de las condiciones de vuestro trabajo. Una lucha que entendía y apoyé, pues no en vano siento este día de san Isidro como propio, pues soy hijo de agricultor, y de joven, en mis vacaciones de invierno y verano, ayudaba a mi padre en el campo. Por lo tanto, con los agricultores hasta el final.

San Isidro, nuestro patrono, es el ejemplo de trabajador entregado, silencioso, pero bueno. Es santo, con esto nos está diciendo que también nosotros, desde nuestra sencillez, también podemos ser santos. El papa Francisco los llamaba “santos de la puerta de al lado”. San Isidro, un agricultor que estuvo muy cercano a Dios a través de su vida y oración, es el modelo de santidad desde la sencillez, desde “la puerta de al lado”.

En la primera lectura hemos escuchado cómo los apóstoles sembraban la Palabra de Dios en terrenos difíciles: comunidades frágiles, de persecuciones, y rechazos. Pero no se desanimaban. Sabían que la semilla de Dios siempre da fruto. El agricultor siembra sin ver. Entrega la semilla a la tierra con esperanza, sin garantía de lluvia, sin certeza de buena cosecha. Cada cosecha es un acto de fe cotidiano. Cada cosecha es una confianza ciega en que todo va a salir bien, pero no siempre se cumple. Se dice que “el agricultor se pasa la vida mirando al cielo”, “que si no llueve o llueve mucho”, “que si hiela o hace mucho calor y quema todo” “que si la piedra ha destruido toda cosecha”, Es la única profesión donde el resultado final no depende solo del trabajo, el clima y las leyes sobre la agricultura, condicionan el resultado final de la cosecha.

No es fácil ni cómoda la vida del agricultor, trabajando de sol a sol. Sin mucha fiesta, el calendario laboral lo marca la cosecha. Cuando se supera la contrariedad del clima, aparecen las contrariedades burocráticas, y si esto no fuera suficiente, ahora está la lucha con los mercados, con los precios En ocasiones se siente un abandono institucional. Este ambiente está provocando que las nuevas generaciones no quieran seguir trabajando en el campo y buscan el futuro fuera, no solo del trabajo sino también de los pueblos, provocando un éxodo rural y empobrecimiento de los pueblos. Por eso, el agricultor necesita apoyo, cercanía y comprensión, y como Iglesia, hoy día del jubileo de los agricultores, queremos deciros que la Iglesia está con vosotros. Pero hay que seguir luchando, hay que seguir confiando en Dios como lo hizo san Isidro, porque la sociedad os necesita.

El Evangelio que hemos escuchado nos habla del amor, del cuidado los unos de los otros. Y el agricultor es el que ama la tierra de una manera especial, no desde la distancia ni desde un despacho, sino desde el contacto cercano: la pisa, la trabaja, la cuida, espera sus tiempos, respeta su ritmo, ve su crecimiento. Desde mi experiencia de familia de agricultores, el agricultor es el mejor garante y cuidador de la naturaleza, porque la ama y la cuida con cariño. Trabajar el campo, es proteger la naturaleza, es cuidar la casa común de la que nos hablaba la encíclica del papa Francisco “Laudato si”. Así nos lo relata el libro del Génesis, Dios ha puesto al hombre en medio de la creación para que la cuide y la proteja. Nos dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza (…). Que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales y toda la tierra… «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento.» (Gn. 1, 26. 28. 29). Dios crea la tierra y se la entrega al hombre, al agricultor/a, al ganadero y le encarga que sea guardián y custodio de la creación, del campo, de animales, de semillas, de todo lo que pulula por el campo, por la tierra. El hombre tiene la responsabilidad de cuidar y proteger la naturaleza. El agricultor es el mejor ecologista, pues defiende la naturaleza cada día y desde la misma naturaleza.

En el texto de la primera lectura los apóstoles “fortalecían los ánimos de los discípulos” (Hch. 14, 22). Esto nos compromete a defender su dignidad, garantizar el acceso justo a la tierra, promover políticas que reconozcan su papel fundamental en la cadena alimentaria. Pidamos a san Isidro su intercesión para que nosotros también sepamos ser sembradores de vida, cuidadores de la creación, trabajadores humildes y fieles. Que aprendamos a orar como él oraba, trabajar como él trabajaba y confiar como él confiaba.

 

+ Florencio Roselló Avellanas O de M

Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

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