MÉDICOS DEL ESPÍRITU 15-06-2008

He tenido siempre la impresión de que ser sacerdote es algo sencillo y grande al mismo tiempo, me produce tanta felicidad que yo mismo me siento maravillado por lo que me ha sucedido en la vida; desde pequeño sentí que el Señor me llamaba al sacerdocio y de modo especial el día de mi Primera Comunión fue tan luminosa y gratificante la presencia de Jesucristo que nunca lo olvidaré. Fue la primera llamada. Dios no llama de forma extraña y difícil, lo hace de manera muy sencilla. Las cosas de Dios no son complicadas sino tan palpables como la naturaleza misma o la amistad o la vida que va hacia adelante sin miedos o la familia que es la expresión del amor o la visión de una flor. Muchas veces me han preguntado qué es lo que sentí cuando Dios me llamó y siempre respondo que fue tan fácil como comunicar a mi madre que quería ser sacerdote puesto que dentro de mí había un gozo particular y especial muy parecido parecido al amor que sintieron mis padres el día que se conocieron o el amor de esos novios que desean fundar una familia. Es una experiencia de amor de Dios.

¡Cuánto deseo que en la Diócesis se haga conocer este don de Dios y cuánto hemos de pedir y rezar para que haya preadolescentes y jóvenes que sientan esta llamada de amor de Dios! Tenemos esta responsabilidad. Si desde la familia se sustenta la oración, la participación en los Sacramentos y la vida de fe estoy seguro que muchos seguirán sintiendo esta llamada a la vida sacerdotal. La familia es el mejor campo de cultivo y si ésta fallara resulta más difícil alimentar la vida de fe en los hijos. Quien sustenta los auténticos valores y virtudes en la sociedad es la familia, no hay mejor ambiente que ella y por eso hemos de apostar en estos tiempos de fuertes convulsiones sociales donde la familia no adquiere el lugar fundamental que se merece. Nadie puede sustituirla y menos nadie la puede cambiar puesto que si así sucediera la misma sociedad pedirá cuentas a quienes la quieran trastocar.

Dentro de esta responsabilidad estamos los sacerdotes. Los jóvenes quieren vernos convencidos, orantes, alegres y dispuestos a servir a la Iglesia donde ella nos pida. Un día un joven me confesaba que se estaba preparando para ser médico, le aplaudí tal decisión, era buen cristiano y quería seguir a Cristo. Al acabar la conversación le dije que también existen “médicos del espíritu” no sólo del cuerpo, le expliqué las satisfacciones que yo había sentido en mi vida y cómo muchas personas se habían sentido confortadas en su alma o incluso habían cambiado su vida totalmente gracias a la presencia del sacerdote. Después he sabido que se fue al Seminario y ya es sacerdote. Estoy seguro que hará un gran bien. Hemos de creer en el servicio importantísimo del sacerdote que desde su entrega muestra el amor de Dios al género humano y esto hoy es muy necesario y saludable. Dentro de pocos días se van a ordenar cuatro jóvenes, de Navarra, como sacerdotes. Que muchos jóvenes se vean reflejados en ellos y sigan su misma suerte.

Scroll al inicio
Navarra
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.