Mensaje de Cuaresma 2016

Hemos iniciado la Santa Cuaresma que es momento y tiempo de reflexionar, meditar, orar y buscar cauces de conversión y cambio de actitudes que no son propias de la vida cristiana. Es un tiempo para mirar cara a cara a Dios y, como hijos suyos, manifestarle nuestro más profundo amor filial. Sustentarse espiritualmente de Dios supone confiar siempre en Él y sólo en Él. Confiar en lo que no es Dios es situarse en el vacío. Por eso nos recuerda la Sagrada Escritura: “Maldito el hombre que pone su esperanza en el hombre y pone en la carne su apoyo, mientras su corazón se aparta de Dios” (Jr 17, 5).

El gran drama de nuestra vida es la falta de esperanza que conlleva angustia y vacío interior. Sin embargo este tiempo de oración, sacrificio y generosidad por amor a Dios nos facilita un camino de realización humana. Cuánto más encuentre nuestro corazón el camino y el diálogo con Dios más se hallará pacificado, aliviado y gozoso. La dicha es fruto de sentirnos queridos y Dios nos ama tanto que dispuso dar su vida en Jesucristo para concedernos su gracia y su gozo.

A pesar del pesimismo que se puede mostrar muchas veces en el ambiente y en la sociedad, hay una razón para la alegría y para seguir viviendo con ilusión y es la de tener presente lo que han vivido los santos: “¡Tú eres mi Dios y mi todo! ¿Qué más puedo desear? ¿Qué mayor dicha puedo apetecer?” (San Francisco de Asís). Y no olvidemos que estando presente el Señor todo es más apacible; pero cuando está ausente todo es desazón.

La Iglesia como Madre nos invita a acoger al Señor en este tiempo de preparación a la Pascua. De ahí que, como buenos hijos y buenos cristianos, hemos de aprovechar de las gracias que conceden los Sacramentos como cauces del amor de Dios. El Sacramento del perdón nos ayudará a poner el alma afinada y en comunión con Dios que es misericordioso. Así nos invita el Papa Francisco para vivir el Año de la Misericordia.

Deseo que sea un tiempo de morir a nuestro egoísmo para que reine la gracia y el amor de Jesucristo que habiendo padecido, muerto y resucitado nos lleve a la gran fiesta de la Pascua.

¡¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!!

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