Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio, el 6 de mayo, en la Catedral de Pamplona, con motivo del funeral por el Papa Francisco.
El papa Francisco ha muerto. Nos ha dejado huérfanos, un sentimiento de soledad se ha instalado en mucha gente. Nuestro padre, nuestro hermano mayor, se ha ido. Ese carácter cercano, campechano y humano lo hacía como
de casa. Los que hemos podido compartir algunas conversaciones con él, sentimos que nos falta algo. Pero nuestra fe nos asegura que su legado continúa. Desde el primer instante de su pontificado, con aquella simple inclinación y su “buona sera”, en el balcón de S. Pedro, con esa sencillez en la vestimenta simplificada, alejado de apariencias, nos mostró que el amor a Cristo no es una idea abstracta, es una forma concreta de vivir en humildad y en misericordia.
Estoy seguro que estos días el papa Francisco ha escuchado estas palabras de Jesús “Venid vosotros, benditos de mi Padre…Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. (Mt. 25, 34-36). Estas palabras las ha hecho vida durante los doce años de pontificado. Su vida ha sido un servicio generoso, y amoroso. Su amor por los marginados, inmigrantes, presos, enfermos, mujeres víctima de trata, fue un sello distintivo de su pontificado. Nos enseñó que, al cuidar de los más vulnerables, estamos cuidando a Cristo sufriendo en ellos. Hoy estos vulnerables le reciben en el cielo, le aplauden, le abrazan y le guardan un lugar especial en la gloria. Porque especial ha sido Francisco para ellos.
Francisco ha vivido su pontificado entre dos viajes que marcaron su compromiso pastoral. El 8 de julio de 2013, Francisco llevaba apenas cuatro meses como obispo de Roma, y viajó a la isla de Lampedusa, este viaje le marcó para el resto de su pontificado. Francisco denuncia que, a la puerta de Europa, cuerpos de jóvenes migrantes flotan en las aguas del mediterráneo buscando un futuro mejor. Francisco ha ejercicio de altavoz de los derechos humanos de los
inmigrantes, defendiendo el derecho a emigrar por un futuro mejor, y censurando a países que están limitando la ayuda humanitaria a los inmigrantes. Como dijo recientemente es preciso “derribar muros y tender puentes”. Hoy nos toca a nosotros derribar muros y construir puentes.
El último viaje fue el pasado 17 de abril de 2025, Jueves Santo. El papa Francisco abandonó los muros del Vaticano para acercarse a la cárcel Regina Coeli, todavía enfermo y falto de fuerzas, les dice a los presos “me gusta hacer cada año lo que hizo Jesús el Jueves Santo, el lavatorio de los pies, en la cárcel”, y añadió “Este año no puedo, pero sí quiero estar cerca de ustedes. Rezo por ustedes y sus familias”, y a los cuatro días, el lunes de pascua falleció. Parece que necesitó ir a la cárcel para dormirse definitivamente, fue su última salida de los muros del Vaticano. Durante su pontificado el papa ha visitado 23 prisiones de todo el mundo. En todas ha levantado la voz para animar a los presos, para denunciar las injusticias y crear esperanza. Su palabra era la primera y más autorizada en defensa de los derechos humanos de los presos. Se manifestó en contra de la cadena perpetua cuando decía “una condena sin futuro es una tortura”. Apoyó la abolición de la pena de muerte cuando decía, “la pena de muerte es un recurso que para la fe cristiana es inadmisible” (nº 10) (Catecismo Iglesia Católica, 2267). Los que quedamos nos toca seguir trabajando por humanizar las prisiones. Trabajar por ser una Iglesia de puertas abiertas donde los presos puedan entrar; trabajar en prevención y reinserción con centros de acogida para permisos y libertades.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro proclama con fuerza que “Dios no hace acepción de personas”, acoge a todos, como dijo en la JMJ de Lisboa, en la Iglesia “caben todos, todos, todos”. Y en ese todos incluye los que antes no cabían, los que antes no contaban. El papa Francisco pasó por “esta vida haciendo el bien y curando a todos los oprimidos” (Hch, 10,38) y a la vez “predicando al pueblo” (Hch. 10, 42), una predicación que hizo con alegría. Francisco llevó al mundo la alegría del evangelio con su exhortación “Evangelii Gaudium” que nos devolvió el orgullo de ser cristiano y sin complejos.
Francisco se convirtió en un mensajero y constructor de la paz a través de su encíclica “Fratelli Tutti”, buscando la “amistad social” y el entendimiento entre todos los pueblos. Todavía resuena la bendición urbi et orbi del domingo de Pascua, su llamada a la paz. Estas fueron de las últimas palabras “Quisiera que volviéramos a esperar en que la paz es posible”. Y denunció caminos equivocados de paz «La paz no es posible sin un verdadero desarme. La exigencia que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme. La luz de la Pascua nos invita a derribar las barreras que crean división y están cargadas de consecuencias políticas y económicas». Su contribución a la paz no termina ni después de fallecido, cuando propició, en su funeral, el encuentro entre Trump y Zelenski en el Vaticano, hablaron de paz. Francisco, hombre de paz.
Supo escuchar el clamor de los pobres, la voz de la creación herida, a través de su encíclica “Laudato Si” (2015), en la que denuncio la deuda que tenemos con la creación, con la casa común, y que afecta especialmente a los pobres. Se preguntó “¿qué naturaleza vamos a dejar a nuestros descendientes? ¿qué hemos hecho de la casa común, la naturaleza? Denunció los abusos que hemos hecho con nuestra madre naturaleza.
Supo abrazar y besar unas llagas de dolor muy duras, las llagas de las víctimas de abusos de la Iglesia. Francisco, recibió, escuchó y pidió perdón a víctimas de abusos. Animó a obispos y superiores mayores de religiosos a afrontar esta lacra. Puso en el centro a las víctimas y afrontó su reparación y su necesidad de justicia. Nunca evadió el tema de los abusos de la Iglesia.
El evangelio nos relata la creación del papado. Jesús le pregunta a Pedro, “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Y Pedro contesta, “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Solo desde el amor, y la ternura se puede pastorear al rebaño. Francisco, todo lo hizo desde el amor. Sin amor no hay servicio, no hay entrega, sin amor no hay compromiso. Francisco, cuando es elegido papa, dice sí desde el amor, al estilo “il poverello d’Asis”. Por eso elige el nombre de Francisco para desarrollar un pontificado de pobre para los pobres, que brota del amor. Cuando es elegido papa manifiesta “quiero una Iglesia pobre y para los pobres”.
Francisco fue un hombre tocado por la ternura de Dios. Fue un pastor que olía a oveja, como él mismo dijo que deben ser los pastores. Quisiera compartir también unas palabras de Francisco a los párrocos hace casi un año, a vosotros sacerdotes, “La Iglesia no podría ir adelante sin vuestro compromiso y servicio; es tan obvio que decirlo suena casi banal, pero esto no lo hace menos verdadero. Por eso quiero ante todo expresar mi gratitud y estima por el generoso trabajo que ustedes hacen cada día, sembrando el Evangelio en todo tipo de terreno” (Roma. 2-5-24) Nos recordó que la Iglesia no es una fortaleza cerrada, sino un hospital de campaña. La Iglesia está llena de heridos que necesitan curación. El papa Francisco siempre ha apostado por una iglesia en salida. “La Iglesia es en salida o no es Iglesia, y está «llamada a ser siempre la casa abierta del Padre».
En el funeral de Francisco hubo numerosos dirigentes políticos, esta tarde, también están entre nosotros políticas/os de Navarra. Me gustaría rescatar unas palabras del Papa Francisco a los dirigentes políticos, Francisco invita a rezar por los líderes políticos para que “trabajen por el bien común”, y asegura que, si bien la “política no tiene buena fama, es mucho más noble de lo que aparenta”. Invita también a agradecer a “los muchos políticos que desempeñan su tarea con voluntad de servicio, no de poder”. la buena política no “está encerrada en grandes edificios con largos pasillos”, sino que “escucha la realidad, está al servicio de los pobres y se preocupa por los desempleados”.
Francisco ha terminado su camino. Su vida fue una entrega constante, hasta el final, incluso en la fragilidad de los últimos días cuando se paseó por la plaza San Pedro, ya muy débil de salud. La vida del papa Francisco nos compromete a continuar su legado, y a pedir al Espíritu Santo, en el cónclave que comienza mañana, que nos conceda un padre y pastor que la Iglesia necesita en este momento y pueda continuar el camino iniciado por el Papa Francisco.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela