Fiesta de la Dedicación de la Catedral de Pamplona

Nos reunimos hoy en esta casa santa, la Catedral de Santa María la Real de Pamplona, no sólo como fieles de una comunidad viva, sino también como herederos de una fe que ha atravesado los siglos. Una fe de la que nos habla cada una de estas piedras, estos arcos y bóvedas. Celebramos el aniversario de la dedicación de nuestra Catedral de Santa María la Real de Pamplona, la iglesia madre de todos los fieles de nuestra diócesis. No se trata simplemente de conmemorar una fecha histórica; celebramos una realidad viva: que Dios ha querido habitar en medio de su pueblo, y lo hace en este templo que se eleva, en el centro de nuestra ciudad, como signo visible de su presencia entre nosotros

Celebramos esta fiesta el martes después del segundo domingo de Pascua. Un tiempo que nos evoca vida, resurrección. Hoy conmemoramos el 898 aniversario de la Dedicación a la Catedral de Santa María la Real de Pamplona, en su asunción a los cielos. Una celebración en la que se conmemoró el momento histórico en el que, en el año 1127, se consagró la Santa Iglesia Catedral de Pamplona, de la mano del obispo Sancho de Larrosa, acto al que asistió el rey Alfonso “El Batallador”.

En esta Dedicación a nuestra Catedral coincide la visita de la efigie de San Miguel de Aralar, como protector también de nuestra Iglesia Catedral y de nuestra diócesis. En el origen, el ángel de Aralar, visitó la catedral en el día de su dedicación.  Hoy es un día importante para nuestra diócesis, pues celebramos la Dedicación de nuestra Iglesia Catedral y lo hacemos con la visita de San Miguel de Aralar, dos símbolos importantes de la fe de nuestra diócesis.

Nuestra catedral, con sus piedras cargadas de siglos de historia, de oración, de lágrimas y de esperanza, es mucho más que un edificio. Es el signo visible de una comunidad viva, el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Es la fe de todo el pueblo que pone su vida en esta catedral y a los pies de nuestra madre Santa María la Real. En esta Iglesia Catedral han sido ordenados diáconos, sacerdotes, han sido bautizados los hijos de esta tierra, se han celebrado bodas, se han despedido a los difuntos, y aquí también yo fui ordenado obispo.

La Catedral de Pamplona no es solo un lugar para la liturgia, sino también un faro espiritual para toda la diócesis. Desde su cátedra, el obispo enseña, guía y pastorea al Pueblo de Dios. Desde este altar se eleva la oración de toda la Iglesia por Navarra y por el mundo. Pero también su historia y el arte que desprende esta catedral es evangelio que ayuda a vivir la fe a todo el que la visita.

Celebrar esta dedicación es también mirar al futuro. En tiempos donde la fe puede parecer tambaleante, donde tantos viven sin rumbo, la catedral permanece como una casa abierta, una invitación a volver al Señor, a reencontrarse con la belleza de lo sagrado, con la comunidad, con la verdad del Evangelio. Visitar esta catedral es encontrarse con el Señor, es vivir nuestra fe en comunión con el Padre y con Santa María la Real.

La primera lectura del apocalipsis, nos presenta nuestra Iglesia Catedral como signo visible de la presencia de Dios en Pamplona y en Navarra. El texto nos habla de que nuestra Catedral “es la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo” (Ap. 21, 2), en la que Dios ha querido quedarse entre nosotros. Nuestra Catedral es “la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo” (Ap. 21, 3) como nos ha dicho la primera lectura. Por eso nuestra Iglesia catedral de Pamplona es un lugar de encuentro con nuestro Padre Dios, y con Santa María la Real nuestra Madre. Y cuando me encuentro con el Padre y con la Madre, estoy en mi casa, y eso quiere ser la Catedral de Pamplona, la casa de todos los navarros.

En el evangelio de Juan se nos hace un recordatorio de qué es el templo, qué hacer en el templo, y quien mora en el templo. Este templo no es solo un edificio de piedra y ladrillo: es el signo visible de la Iglesia viva, el Cuerpo de Cristo reunido en torno a su Pastor. Y para iluminar este día, el Evangelio nos presenta a Jesús purificando el templo de Jerusalén (Jn 2, 13-22), en un gesto que puede parecer sorprendente por su fuerza, pero que encierra una verdad profunda. El principal reclamo, y a la vez la mayor denuncia es que Jesús dice «No convirtáis la casa de mi Padre un mercado» (Jn. 2, 16)Este riesgo existe, y más en Iglesias nobles, con una gran carga de contenido histórico. El deseo de Cristo es que la casa de Dios sea verdaderamente un lugar de encuentro, de adoración y de comunión con el Padre

Que nuestra Catedral, además de ser un lugar de visita, de arte, Dios también nos habla a través del arte y la cultura, sea un lugar de oración de encuentro con el Señor. Que sea un espacio donde el cristiano, se encuentre con el Señor. Que nuestra fe no se reduzca a ritos, sino que sea encuentro con el Resucitado, que sigue purificando los corazones, para que en ellos reine solo Dios. Hoy damos gracias por quienes construyeron este templo material, y también por quien lo mantienen, por el cabildo, por todos los que trabajan en esta catedral.

Que María, Madre de la Iglesia, nos acompañe en este camino. Que la visita de San Miguel de Aralar, como fue su visita el día de la dedicación de nuestra Catedral, ayude a purificar este lugar sagrado, y ayude a que sea un encuentro con el Padre.

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