
Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, en la capilla del Centro Penitenciario de Pamplona, el Jueves Santo
Queridos internos e internas, funcionarios/as, voluntarios y capellanes de esta prisión de Pamplona.
Primero quiero dar gracias a Dios por permitir que pueda estar celebrando esta eucaristía tan importante, como es la celebración del Jueves Santo, en la cárcel de Pamplona, el día del Amor fraterno. Importante porque me permite continuar con un compromiso que adquirí hace más de treinta años, como es lavar los pies a los internos todos los años en este día. Sí, he dicho bien, lavar los pies a los internos e internas de esta prisión, porque eso es lo que hizo Jesús en la Última Cena a sus discípulos, “se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido” (Jn. 13, 4-5). Quizás os llame la atención que Jesús haga este gesto de lavar los pies, y es cierto, sorprende. Hoy me atrevo a preguntar ¿Alguna vez has lavado los pies a otra persona? ¿Quizás a un familiar enfermo?, pero ¿alguna vez has lavado los pies a un desconocido, o a alguien que no sea familiar? ¿has vivido alguna vez esta experiencia que nos ha relatado Jesús en primera persona? ¿has tenido en tus manos pies sucios de otra persona?, si somos sinceros la mayoría de los aquí presentes no hemos tenido la experiencia de lavar los pies a nadie. Nos resulta primero tan extraño, pero en segundo lugar, nos parece tan repugnante que casi nadie ha tenido esta experiencia de lavar los pies de otra persona.
Pues esto hizo Jesús con sus discípulos, lavárselos, secárselos y besárselos. Con esto Jesús está manifestando que ama de manera integral, de manera completa, ama lo bueno y lo malo de nosotros, lo limpio y lo sucio, lo agradable y desagradable, porque si estamos dispuestos a lavar los pies es que estamos dispuestos a amar a la persona en su totalidad. Este gesto de Jesús es un gesto de amor, cariño y cercanía, en este día en que celebramos el día del Amor Fraterno. Y para esto Jesús se quita el manto, el signo de realiza, es como si uno se quitase lo que le hace importante y se pone a la altura de los otros, sin lujos ni adornos superfluos y lava los pies..
Hoy el amor se arrodilla, se hace pequeño, se pone a nuestros pies. Hoy el amor tiene forma de palangana, de jarra llena de agua, de toalla, para limpiarnos, para lavarnos, para darnos una nueva oportunidad. Y hoy Jesús quiere hacerlo también en la cárcel, es más, hoy comienzo el Jueves Santo en la cárcel de Pamplona, sois los primeros a los que digo que Dios os quiere, que Dios os ama y quiere compartir con todos vosotros este momento. Y lo hacemos un gran grupo de la Iglesia de Navarra, como son los voluntarios de la pastoral penitenciaria, que quiere vivir esta misa en la cárcel, y quiere lavar los pies a todos hombres y mujeres que están en prisión. Como dijo el Papa Francisco en el año 2022 en una cárcel de Roma a los internos “Dios os perdona”. Con el lavatorio de los pies que voy a hacer en esta misa os estoy diciendo lo mismo, que Dios os ama, os perdona y confía en vosotros. Que este lavatorio sea como un nuevo bautismo, una nueva regeneración para volver a empezar, para comenzar una vida nueva. El lavatorio de los pies quiere ser una purificación total, quiere ser una redención de la condena para comenzar una nueva vida. Me gustaría que a todos los que hoy lave los pies sientan en su interior el perdón de Dios, y la oportunidad de volver a comenzar, de levantarse y mirar el futuro con esperanza. Lavarse los pies es limpiarse, es sentirse libre, es ser una persona nueva.
Pero también hoy Jesús nos pide algo a cambio, nos pide que también nosotros lavemos los pies, “os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn. 13, 14).. Parece que esto ya nos cuesta más, esto se antoja más complicado, pero este es el compromiso que nos pide hoy Jesús, que nos lavemos los pies unos a otros igual que él lo ha hecho con nosotros. Pero y aquí en la cárcel, ¿cómo podemos lavarnos los pies, ¿cómo podemos acercarnos a nuestros compañeros y compañeras presos en esta cárcel?:
- Acogiendo al que acaba de entrar en prisión.
- Saludando al que nadie habla ni saluda.
- Lavar es invitar en el economato de la prisión al que nada tiene.
- Lavar los pies es evitar abusos, defender al débil, no aprovecharme del que está en inferioridad sino defenderlo y apoyarlo.
- Lavar los pies es sorprender positivamente, tener detalles con el más “tirado” del módulo.
- Lavar los pies es preguntar al compañero por aquello que le hace feliz, que le interesa.
- Lavar los pies rezar por el compañero/a que lo está pasando peor, que lo pasa mal.
Esta celebración me hace feliz, porque esta tarde también celebraré en la catedral de Pamplona, y hablaré de vosotros/as. Diré que también en la cárcel he lavado los pies, también Dios ha pasado para lavar los pies a presos y presas para perdonar, para decirles “Dios te quiere”, y entre todos, libres y presos, formar la comunidad de la Iglesia de Navarra. Soy obispo de todos, de libres y presos y por lo tanto llevo el mismo mensaje a todos, porque Dios quiere a todos por igual, no lo olvidéis nunca, en nombre de Dios os digo, DIOS TE QUIERE, TE AMA Y HOY TE PERDONA LAVÁNDOTE LOS PIES.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela