
El próximo 23 de marzo celebramos el día del seminario, para nosotros el seminario de Pamplona, donde se forman los futuros sacerdotes para el servicio de nuestra Diócesis de Pamplona y Tudela. Una jornada que nos invita a dirigir la mirada hasta nuestro seminario, a repasar los nombres de los seminaristas y a recordar sus caras, pues son los protagonistas de esta historia, de estos días, que aparecen en carteles. Este año se presenta a los sacerdotes como “sembradores de esperanza”. En un mundo de futuro incierto, de personas sin esperanza, el sacerdote se convierte en sembrador de esperanza y para eso, necesitamos jóvenes que digan sí a la llamada de Dios y, en un futuro, sean sembradores en nuestra Diócesis.
Tengo confianza en que el Señor bendecirá a nuestra Diócesis con nuevas vocaciones sacerdotales de manera que podamos responder a las necesidades de nuestra Iglesia de Navarra en estos momentos. Porque “la mies es mucha y los obreros son pocos” (Mt. 9, 37). En nuestra Iglesia diocesana hay muchas parroquias, muchos grupos y los obreros son pocos. Todavía recuerdo cuando el pasado verano visité varios pueblos en fiestas y, en dos de ellos, me dijeron “D. Florencio, este pueblo necesita un cura propio”. Mi respuesta fue “ya me gustaría”, porque los obreros son pocos. Me gustaría que cada pueblo, cada parroquia, tuviese un sacerdote, pero esto no es posible.
En este año Jubilar de la Esperanza tengo confianza que el Señor toque el corazón de los jóvenes navarros y digan sí a Dios, sí al ministerio ordenado. Nuestra sociedad necesita esperanza y el Señor quiere que los sacerdotes sean sembradores de esperanza, sembradores de ilusión en nuestra Iglesia y también en nuestra sociedad. En un mundo marcado por la incertidumbre, la crisis y las divisiones, la misión de los sacerdotes nunca ha sido más urgente. La sociedad actual, en muchos sentidos, se encuentra en una profunda crisis de esperanza. A menudo, parece que la oscuridad y el desánimo dominan las vidas de las personas. Sin embargo, los sacerdotes, como sembradores de esperanza, son llamados a ser portadores de la luz de Cristo en medio de esta oscuridad.
El Papa Francisco les decía a los seminaristas de Pamplona-Tudela y San Sebastián, en la audiencia que les concedió en el Vaticano el 16 de noviembre 2024, que buscasen la “docilidad al Espíritu, de hacer desierto para encontrar a Dios, vaciándonos de tantas cosas que llevamos como lastres”. Lo decía porque necesitamos escuchar a Dios y, para esto, hemos de acudir a su Espíritu, hacer silencio, desierto, olvidándonos de todo lo que hace ruido y nos impide escuchar su mensaje. En este silencio, en el desierto, podemos escuchar su llamada y descubrir nuestra vocación.
Me gustaría que los jóvenes se preguntasen “¿para quién soy?”, que su respuesta fuese “para Dios” y que llamasen a la puerta de nuestro seminario. Queremos invitar a jóvenes de nuestras parroquias, de nuestros movimientos y decirles “Mírale”, “Descúbrete”, “Entrégate”. Es importante que el joven confronte su vida con el Señor, se interrogue y se pregunte qué le pide Dios. Él tiene un plan para cada uno, pero necesitamos saber qué camino tomar. Dios nos necesita, nos llama cada día, pero no siempre tenemos claridad en esa llamada. Muchos de estos jóvenes necesitan acompañamiento, discernimiento, oración, para que puedan responder a la pregunta que se hacen “¿para quién soy?”.
Es importante que cada comunidad cristiana se pregunte si Dios llama a algunos de sus jóvenes al sacerdocio. Las vocaciones son cosa de todos. Ya nos dijo san Juan Pablo II que “la falta de vocaciones es la tristeza de cada Iglesia”, por lo que “la pastoral vocacional exige ser acogida, sobre todo hoy, con nuevo, vigoroso y más decidido compromiso por parte de todos los miembros de la Iglesia” (PDV 34d). La comunidad cristiana debe ayudar a los jóvenes a discernir. Deberá animar a jóvenes que vean con posible vocación al sacerdocio a dar el paso de solicitar el ingreso en el seminario o iniciar un proceso de discernimiento. Las vocaciones al sacerdocio surgen de nuestras familias, de nuestras parroquias, de nuestros movimientos. ¿Te has preguntado si en tu parroquia o grupo hay algún joven con inquietud vocacional? ¿Le has hablado, le has preguntado? ¿Has animado a algún joven a plantearse la vocación sacerdotal? Tú también eres responsable de la pastoral vocacional de nuestra Iglesia de Navarra. Pregúntate qué puedes hacer por la pastoral vocacional de tu Iglesia diocesana. No me pidas un sacerdote para tu parroquia ni para tu pueblo, sino pregúntate qué puedes hacer por las vocaciones sacerdotales y, entonces sí, podrás pedir. Además te pido colaboración en la colecta de ese fin de semana para sostener el seminario y las vocaciones que hay en él.
Las vocaciones al sacerdocio son cosa de todos y responsabilidad de todos, tanto a nivel de acompañamiento como a nivel económico, ¿me ayudas?
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela