Eucaristía de la fiesta de Santa Juana de Lestonac

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 15 de mayo, con motivo de la fiesta de Santa Juana de Lestonac, fundadora de la Compañía de María.

Queridas hermanas de la Compañía de María. Felicidades, estamos de fiesta, porque celebramos el aniversario de la canonización de la fundadora de la Compañía de María Juana de Lestonnac, que fue el 15 de mayo de 1949 por el Papa Pío XII. Hace ya 75 años.

Santa Juana de Lestonnac, nace en Burdeos, el 27 de diciembre de 1556  y fallece también  en Burdeos, el 2 de febrero de 1640. Crece en un ambiente acomodado y favorable, su padre era consejero del rey en el parlamento regional de Burdeos, mientras que su madre era la hija del alcalde de la ciudad. Esta ascendencia la situaba en lo más alto de la sociedad francesa.

No fue fácil la vida de Santa Juana de Lestonac. Primero sus padres profesaban religiones distintas, pues su padre era católico y su madre calvinista. Con el tiempo Santa Juana se inclinó por la religión católica, gracias a su tío Miguel que le transmitió una profunda y verdadera fe católica.

A la edad de 17 años se comprometió con Gastón de Montferrant, con el que contrajo matrimonio y era feliz. Pero con el tiempo la desgracia y preocupación vino a visitar su vida y la de su familia. De ocho hijos que tuvo tres fallecieron a la edad temprana y cinco llegaron a la edad adulta, además de quedar viuda a los cuarenta y seis años. Lo cuento con mucha normalidad, cuando no es algo normal, por lo menos visto con los ojos de ahora. ¡Qué sufrimiento y dolor perder a tres hijos y a su esposo a una edad temprana, cuarenta y seis años!

Juana, una mujer que siempre buscó “contemplar el rostro de Dios”, lema de este año 2024 para el día pro-orantibus, día de la vida contemplativa. Era y siempre fue una mujer de oración.  Al quedar viuda ingresó en el monasterio cisterciense de Feuillantines, en Toulouse. Pero tal y como nos refieren las crónicas, la vida de austeridad y penitencia que llevaba la comunidad menguó sus fuerzas hasta el extremo de tener que abandonarlo al cabo de unos meses. «Su salud no soportó aquellas condiciones y se tuvo que salir. Pero allí se sintió llamada a cubrir la mayor necesidad que identificaba en su tiempo: la formación de las jóvenes», asegura María Luz López Domínguez, responsable de comunicación de la Provincia del Mediterráneo de la Compañía de María.  

La caridad y el amor, fuente de fundación. Escuchando la primera lectura de San Pablo a los Corintios, descubrimos como el amor y la caridad van tejiendo su vida. A pesar de que era una mujer de fe, entendió que la más importante “es el amor”. Porque ella pensaba que sino tengo amor no soy nada, que por cierto es mi lema episcopal. De familia acomodada, de seguridad económica, imagino de corazón inquieto y sensibilidad desbordante.

Po eso cuando llega la peste a Burdeos en el año 1605, Juana se echa a la calle y se compromete en la ayuda de enfermos y moribundos. En esa ayuda evangélica y caritativa conoce a un grupo de jóvenes comprometidas contra la peste. Jóvenes que se entregaban por ayudar a los afectados por la peste. A este grupo de jóvenes les contagió su ilusión y les confió sus primeros proyectos. Con estas jóvenes formaría la primera comunidad. Es el Papa Pablo V, quien, en 1607, aprueba la primera comunidad de la Compañía de María Nuestra Señora.

Me alegra que la fundación de la Compañía de María fuese a través del mundo de la caridad. San Pablo inspira la fundación de la Compañía de María cuando habla de que todo lo que nos rodea es importante, pero descubre “que el amor no pasa nunca”.

Lema fundacional “La mujer debe salvar a la mujer” Con el grupo de jóvenes que conoce en la lucha contra la pandemia les va contagiando con el lema “La mujer debe de salvar a la mujer”. Se van identificando con la causa de Santa Juana de Lestonac. Por eso funda la Compañía de María, con un objetivo especial de atender y cuidar, como mujeres que eran ellas, a las mujeres en una situación eclesial y social nada propicia.

Con esta fundación era una adelantada de su tiempo. Cuando en la actualidad todo el debate gira en torno a la mujer, ella se adelante 400 años a nuestra realidad. Esta fundación supuso una novedad social y pedagógica, «una novedad para la época en el modo de transmitir los contenidos formativos, porque en ese momento no se consideraba necesario que las niñas estudiaran letras y ciencias. Eso fue muy chocante al principio», afirma López Domínguez. Es cierto era muy raro que las mujeres estudiasen en aquella época. Estaba reservado para los hombres.

Esta fundación llegó a América, donde Santa Juana trabajó por resaltar y defender la dignidad de las mujeres nativas.

Mujer de oración Los primeros inicios en la vida religiosa fueron en el monasterio cisterciense de Toulouse, que aunque tuvo que abandonar por las exigencias de la vida monástica, quedó en ella impregnado la oración contemplativa. Por eso llevó a sus fundaciones, hasta 30 comunidades había en el momento de su muerte, la alianza entre oración y acción. Creó “una red de monasterios con una fuerte vivencia contemplativa que trataba de extender incluso a las niñas que estudiaban allí” (María Luz López Domínguez). Estoy convencido que mucha parte del éxito de esta fundación se ha debido a la fuerte implantación de oración y contemplación.

Los últimos años de Juana estuvieron marcados por la tribulación. Durante algún tiempo sufrió acusaciones infundadas por parte de algunas hermanas, que llegaron a relegarla como superiora y a retirarle la comunicación con el resto de religiosas. Incluso la amenazaron con mandarla a casa a cuidar cerdos. Tras perdonarlo todo, Juana murió el 2 de febrero de 1640, durante la fiesta de las candelas, mientras de su cuerpo emanaba —según los testigos— una suave y dulce luz.

Santa Juana es el grano de trigo que muere para dar fruto.  Y ese fruto sois vosotras, las religiosas de la Compañía de María, pero también tantos laicos y laicas que vivís del espíritu de Santa Juana. Santa Juana es ese grano de trigo que ha muerto por la Compañía de María, y esa entrega, y esa renuncia a sí misma es la que ha producido frutos, como nos dice el evangelio que hemos proclamado. En vuestra fundación se ve que el grano de trigo, Santa Juana, ha dado fruto, y fruto abundante.

El servicio ha sido el distintivo de Santa Juana, y como hemos leído también en el evangelio “lo honrará el Padre”, pues a Juana le honró el Padre con la continuidad de la obra que inició, sino hoy no estaríamos aquí. Dios ha obrado maravillas en vosotras a través de vuestra fundadora, unas maravillas que duran ya 427 años. Felicidades porque el grano de trigo hadado fruto, un fruto de amor, porque el amor no pasa nunca, que nos ha dicho San Pablo en la lectura.

 

+ Florencio Roselló Avellanas

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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