Profesión Solemne de 4 Concepcionistas Franciscanas

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 17 de agosto, en Estella, con motivo de la profesión solemne de 4 religiosas Concepcionistas Franciscanas

Queridas hermanas Vijin, Merbin, Abisha, Babitha que vais a emitir vuestra Profesión Solemne. Os hablo como arzobispo, y también todo como religioso mercedario, que, como vosotras, un día también emití mi Profesión Solemne en la Merced. Fue un día muy feliz, he sido feliz y sigo siéndolo, hasta hoy. Mi Profesión Solemne ha marcado mi vida como religioso, como sacerdote, y seguramente gracias a esa profesión hoy estoy en Navarra como arzobispo. También como Provincial  de la Merced recibí bastantes profesiones solemnes de religiosos mercedarios y de algunas religiosas.

Hoy vuestro sí es un canto al Amor que Dios os tiene y que os ha cautivado para la Orden de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora (las Concepcionistas Franciscanas). Sois todo corazón y por eso sentís el amor de Dios en lo profundo del corazón. El evangelio que hemos escuchado nos dice que es tan grande el Amor de Dios para con todos, que, en vuestro caso, habéis hecho una opción de vida por amor. Con vuestra Profesión Solemne queréis “permanecer en el amor de Dios” (Cfr. Jn. 15, 9) como nos ha dicho el evangelio. Y lo habéis dicho en vuestra petición “Pido la gracia de estar disponible para el Amor que es Dios, como fin en sí mismo.” (Ritual). Y además este amor os hace felices “para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud” (Jn. 15, 11). El amor de Dios da felicidad, produce alegría.

La Profesión Solemne, como nos habla la primera lectura del Cantar de los Cantares, es como un sello que se graba en mi corazón, para toda la vida. Digo en mi corazón porque desde ahí amo, desde ahí siento el amor, desde ahí soy amado/a. Hoy vuestro corazón está sensible, tierno, es como “una llamarada divina” (Cant. 8, 6), como “centella de fuego” (Cant. 8, 6) de la que nos habla la primera lectura del Cantar de los Cantares. Y ¿sabéis una cosa?, quien ama nunca se equivoca. Amar es gratuidad, es generosidad, es mirar al otro con los ojos de Dios, es hablar al otro con palabras de Dios, es querer al otro con el corazón de Dios. Vuestra consagración religiosa es una consagración al Amor de Dios, al que “todo lo puede, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (cfr. 1Cor. 13, 7)

San Pablo nos habla en la segunda lectura que nada ni nadie puede entrar ya dentro de tu corazón, porque está lleno del Amor de Dios. Si algo o alguien entrara significaría que el corazón no estaba lleno. Y hoy vosotras estáis diciendo que queréis llenar vuestro corazón del Amor de Dios, todo lo que no sea amor “lo estimo pérdida” (Filp. 3, 8) que nos ha dicho San Pablo. Hoy vuestro corazón lo llena esta ceremonia, esta Profesión Solemne, hoy no cabe nada más en vuestro corazón, porque hoy se llena del Amor de Dios.

Queridas hermanas, esta celebración es vuestro Tabor (Cfr. Lc. 9, 28-36). Siempre me ha gustado comparar la Profesión Solemne con la experiencia del monte Tabor que tuvieron los tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan con Jesús.  Vuestras caras lo dicen, sonrientes, alegres. Todos/as estamos contentos/as, felices, emocionados/as. Nos gustaría hacer tres tiendas, y además bien grandes, donde todos tuviésemos un sitio. Hoy nos transfiguramos todos con vosotras, nos gustaría que no pasase nunca este momento, que siempre fuese así. Pero sabemos que no, que para nosotros el Tabor es cargar fuerzas, es fortalecer nuestra consagración. La experiencia del Tabor nos ayuda a estar más firmes en nuestra consagración religiosa. Hoy vuestra Profesión Solemne nos dice que estáis dispuestas a todo.

Hermanas que profesáis, lo hacéis en el día de vuestra fundadora Santa Beatriz de Silva. Una joven que nace en familia noble, tiene todo, a nivel material no le falta de nada. Vive en la corte de la reina Isabel de Portugal. Dicen que era bella, guapa, no le faltan pretendientes nobles para casarse con ella, que rechaza por haber consagrado su virginidad a Dios. Como hemos leído en las lecturas esa vida no le llenaba, necesitaba amor, pero no el del mundo, sino el de Dios, el amor que no pasa nunca. Santa Beatriz, gran devota de la Concepción Inmaculada de María, funda la Orden religiosa que llevará este nombre. Hermanas, hoy vosotras sois las más fieles continuadoras de la obra de Santa Beatriz de Silva.

Vuestro sí es a la vida contemplativa, en la Orden de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora (las Concepcionistas Franciscanas) que no se refugia sobre sí misma, como algunos piensan, pues, aunque separadas del mundo estáis unidas a todo, porque nada humano os es ajeno. Vuestra oración, vuestra contemplación es sobre el mundo, sobre los hombres y mujeres. Vuestra vida contemplativa no es algo inútil, que no responda a las urgentes necesidades del nuestro tiempo. Vuestro corazón palpita por las necesidades del mundo que vosotras, convertís en oración.

En esta celebración me gusta dirigirme a los que hoy acompañamos a estas cuatro jóvenes. A todos se nos nota felicidad, satisfacción, pero me gustaría que nuestra presencia fuese acompañada de un compromiso. Me gustaría que:

  • Disfrutemos de esta celebración, es un regalo que nos hace Dios a través de estas cuatro jóvenes.
  • Hablemos de esta celebración allí donde vayamos. Seamos testigos de lo que aquí estamos viviendo. Contemos nuestra experiencia en nuestros ambientes. Compartamos lo que sentimos y vivimos.
  • Recemos por ellas. Normalmente siempre les pedimos que recen por nosotros, hoy nosotros, como testigos de esta celebración, nos comprometemos a rezar por ellas, por su fidelidad y por su felicidad.
  • A las jóvenes y a los jóvenes que estáis aquí, preguntaros si Dios os llama, si Dios os quiere para Él.

Queridas Vijin, Merbin, Abisha, Babitha sois un regalo de Dios para la Iglesia y para vuestra Orden. Sois un don de Dios y un signo de esperanza para la sociedad que unas jóvenes como vosotras acojan la gracia de la llamada para ser Concepcionistas Franciscanas, y se entreguen para siempre al Señor y ser como María un pequeño lucero en la Iglesia y en la sociedad. Vivimos en nuestra sociedad tiempos de luchas, tiempos de dudas, buscamos seguridades, y hoy vosotras cuatro os lanzáis en los brazos de Dios, sin condiciones, sin pedir nada a cambio, todo por amor, solo por amor. Vuestra generosidad no se explica desde la razón, sino desde el corazón, desde el amor, desde el evangelio. Hermanas bienvenidas a la felicidad, os lo digo desde mi experiencia. Entregarse a Dios en la vida religiosa garantiza la felicidad.

Termino mi reflexión repitiendo lo que hemos proclamado en el salmo, “cantaré eternamente las misericordias del Señor”. Vosotras cuatro, queridas hermanas, sois consecuencia de la acción de Dios en vuestra vida y en la vida de la Orden de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora. Sois producto del Amor de Dios en vuestras vidas. Sois regalo, sois gracia, sois encarnación del Amor de Dios, para “permanecer en el amor”.

Felicidades, que Dios os bendiga

+Florencio Roselló Avellanas O. de M.

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

Scroll al inicio
Navarra
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.