
El sábado pasado, 15 de marzo, celebrábamos la segunda Javierada en la explanada del Castillo de Javier. Mucha gente, las cifras varían según a quien le preguntes. Pero lo cierto es que la explanada estaba llena, repleta, más gente que el pasado año 2024. Y como vengo diciendo este año, he llegado a la conclusión que “Javier engancha, Javier tiene imán, Javier contagia. Javier no deja indiferente a quien se acerca aquí” (Homilía segunda Javierada).
Ha pasado una semana y todavía escucho los ecos de la Javierada. He leído las crónicas y comentarios, me han escrito directamente algunos laicos de nuestra Diócesis, y otros comentarios me han llegado por terceras personas, y muchos navarros y gente de fuera van a Javier como a su casa. Se sienten en casa, Javier forma parte de su vida. Unos por tradición, otros por fe, pero llegar a Javier es como llegar a casa.
La pluralidad y variedad de personas y procedencia hace que Javier sea un lugar abierto a todos. Este año, en la segunda Javierada, experimentamos la gran acogida de Javier, vivimos el “todos” del Papa Francisco, de manera real. Siempre imaginamos una gran variedad de participantes en la peregrinación a Javier, pero este año, alguna de esa variedad estaba identificada. Y así este año asistieron un grupo de inmigrantes, atendidos por la Pastoral de Migraciones, que tanto están sufriendo con leyes restrictivas, tanto a nivel nacional como internacional. Había siete presos de la cárcel de Pamplona que habían salido, junto con funcionarios y miembros de Pastoral Penitenciaria, a peregrinar y rezar a San Francisco Javier y que por la noche regresaron a la cárcel reconfortados y redimidos. Un grupo de gitanos, con la Pastoral Gitana, se hicieron presentes en Javier, con su canto y liturgia particular rezaron al mismo Dios que todos. Otro grupo de enfermos llegó hasta Javier para pedir al santo misionero fortaleza y esperanza en su enfermedad. Algunos de estos grupos, no siempre bien vistos por la sociedad, San Francisco Javier los acogía con los brazos abiertos y mirada de ternura. Sí, Javier es casa de todos y acoge a todos, las diferencias las ponemos nosotros.
Recientemente, en la carta pastoral de Cuaresma y Pascua que hemos escrito los obispos vascos y navarro, llamada “El contraste paciente” (5 marzo 2025), hablamos de la presencia pública de los cristianos. En la carta denunciamos que tenemos el riesgo de mundanizarnos, de querer ser tanto del mundo que olvidamos nuestra identidad de creyentes, para ser uno más del mundo. A la vez que manifestamos la existencia de complejo de presentarnos como cristianos ante el mundo. En cambio, la peregrinación a Javier nos ayuda a mantener nuestra identidad, estando en el mundo, pero manteniendo nuestro ser de cristianos, y a la vez Javier nos ayuda a superar la timidez y complejo de exponerme públicamente como creyente. Las largas filas de caminantes, la “serpiente multicolor” que forman los peregrinos a Javier nos hace sentir orgullo de Iglesia, orgullo de fe. El exponernos públicamente como creyentes nos llena de orgullo, no nos escondemos, sino que nos exponemos públicamente. ¿Podríamos mantener este orgullo el resto del año? La Javierada nos hace vivir en primera persona el deseo del Papa Francisco de ser una “Iglesia en salida”. Nos lleva a ponernos en camino, a profesar nuestra fe en público. Nuestra presencia ya es evangelio, nuestra presencia es catequesis, nuestra presencia pública es testimonio de evangelización.
Pero también Javier tiene ecos vocacionales. “Encontré mi vocación en Javier” No es mi testimonio, sino que lo escuché recientemente de un sacerdote de la diócesis de Getafe. El sábado 1 de marzo, 350 jóvenes de la diócesis de Getafe, con su obispo D. Ginés, peregrinaron hasta Javier, como hacen todos los años, haciendo noche en nuestro seminario. Entre estos peregrinos estaba este sacerdote, que en la actualidad es vicario episcopal, quien me relataba su experiencia vocacional. Es más, me añadió, “no solo yo, varios sacerdotes de la diócesis de Getafe también encontraron su vocación en Javier. Y esto me lleva a pensar que San Francisco Javier es llamada, es planteamiento vocacional. Me gustaría que los jóvenes que peregrinan a Javier se hiciesen la pregunta ¿para quién soy? Y también ¿qué quiere Dios de mí?. En este domingo, que celebramos el día del seminario, en nuestra diócesis, Dios sigue llamando también en Javier. ¡Cuánto me gustaría escuchar en un futuro que seminaristas y sacerdotes han descubierto su vocación en Javier! Como he dicho al principio, Javier no deja indiferente, tampoco en el plano a la vocación sacerdotal. Pido a San Francisco Javier que toque el corazón de jóvenes navarros y digan sí al Señor para ser sacerdotes
¿No podríamos luchar para que los ecos de Javier fuesen todos los días del año?
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela