Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el 15 de marzo, en la explanada del Castillo de Javier, con motivo de la segunda Javierada 2025
“!Qué bien estamos aquí!” (Lc. 9, 33a), le dice Pedro a Jesús, cuando subió con Santiago y Juan al monte Tabor. Pedro le propone a Jesús “¡hagamos tres tiendas!” (Lc. 9, 33b) porque se encuentran muy bien, lo acabamos de leer en el evangelio. Lo mismo estoy pensando esta tarde, ¡qué bien se está aquí! A Javier venimos a estar bien. Es nuestra casa, no solo la de los navarros, sino la de todos los que viven y sienten el espíritu de San Francisco Javier. Hay gente venida de lugares muy lejanos de España, pero es que Javier engancha, Javier tiene imán. Javier no deja indiferente a quien se acerca aquí.
Hemos peregrinado hasta Javier para encontrarnos con Dios, a través de nuestro santo. Javier es nuestro Monte Tabor, nuestro lugar de fe. Hoy el Señor ha acampado aquí para nosotros, se ha quedado esperándonos. San Francisco Javier convoca, llama y nos presenta a Jesús transfigurado, a Jesús entregado en la cruz del castillo de Javier, a un Jesús sonriente. En Javier me reconcilio con el Señor, le presento mi vida, mi historia, en la confesión, en la eucaristía. Como los discípulos en el Monte Tabor, oigo una voz que me dice “Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo” (Lc. 9, 35). Esta tarde, en esta explanada, Dios me habla, se dirige a mí. Vuelvo a casa renovado. Javier me permite comenzar de nuevo, aquí encuentro la paz, el amor y el perdón que me ofrece la Iglesia.
Javier es casa de todos. Javier acoge a todos. El pasado año, cuando vine por primera vez a Javier, me llamó la atención la imagen del santo, la que está al fondo. Aparece con los brazos abiertos, caminando, para abrazarme. San Francisco Javier está en actitud de acogida, de recibimiento. Te dice “bienvenido”, “estás en tu casa”. Esta actitud es la que nos transmite constantemente el papa Francisco, y que últimamente ha hecho mucho más énfasis. En nuestra iglesia caben todos, todos, todos. También en Javier caben todos. Todos somos bien recibidos, los brazos de San Francisco Javier nos abrazan, nos acogen. Con estos brazos abiertos, con esta cara de bondad y recibimiento, nos sentimos en casa. No pregunta, no cuestiona, abraza y acoge.
En este “todos, todos, todos” no hace distinción. Hoy aquí estamos de muchos lugares diferentes, seguramente de muchas sensibilidades distintas, algunas opuestas, pero los brazos de San Francisco Javier acogen a todos. Inclusive de realidades sociales diversas. Entre nosotros hay inmigrantes, que han venido con la pastoral de migraciones, que rezan al mismo Dios. Inmigrantes, algunos perseguidos por leyes nacionales e internacionales que cuestionan su presencia y en algunos casos sus derechos humanos. Hay también personas de la pastoral gitana, que son miembros de nuestra iglesia y se unen en Javier para rezar y cantar al mismo Dios. Hay entre nosotros internos con la pastoral penitenciaria, presos de la cárcel de Pamplona, que han salido hoy para rezar a Dios a través de Javier. También hay enfermos que han venido a pedir al santo. ¿Quién de nosotros distingue estas realidades sociales diferentes?, nadie, simplemente porque no hay diferencias, porque a los ojos de Dios todos somos iguales, y los brazos de San Francisco Javier acogen a todos.
También hay personas que vienen por otras motivaciones: por acompañar a amigos o familiares, por cumplir una tradición, por amor a la naturaleza, por sentimiento navarro hacia San Francisco, todos, todos, son/sois bienvenidos. San Francisco Javier no fue a evangelizar a los creyentes, fue a los que no conocían a Cristo. En una de sus cartas dice “pido a nuestro Señor nos dé gracia para aumentar su nombre entre las gentes que no le conocen” (Carta nº 9, párrafo 1). Los que no conocen a Cristo o no lo viven también son bien acogidos en Javier. En Javier ha habido gente que ha descubierto a Dios, inclusive sacerdotes que han encontrado aquí su vocación. San Francisco Javier tenía una vida asegurada, fácil y cómoda. Este año 2025, se cumplen 500 años que salió de Javier hacia las misiones, en el año 1625. La vida de estudiante que llevaba en París no le llenaba, algo le empujaba a salir, a dejarlo todo y comenzar una nueva vida. Los discípulos del evangelio que acompañan a Jesús en el monte Tabor, también tienen la tentación de quedarse, de plantar tres tiendas, de olvidarse del mundo, de desentenderse de la sociedad. Corremos el riesgo de buscar la comodidad, una iglesia a la carta, que me dé lo que necesito sin más complicaciones. Y Jesús les dijo a sus discípulos, como a San Francisco Javier que había que salir. Por eso Jesús les hace bajar del monte, les invita a salir, a compartir y anunciar lo que en el monte han vivido. Muchas veces, cuando venimos a Javier nos gustaría quedarnos, estar más tiempo. Pero igual que Jesús hace bajar a los discípulos del monte, San Francisco Javier nos empuja a volver a nuestra realidad, a abrazarla y comprometernos con ella. Nos llama a ser misioneros.
Quiero recordar a los casi quinientos misioneros navarros que como San Francisco Javier han salido de Navarra para llevar el evangelio a muchos rincones del mundo. Cada rincón de la misión es un nuevo monte Tabor, porque los misioneros navarros se han encontrado con el Señor. Allí han sido y son felices, porque a través de las gentes de la misión el Señor les habla.
Venir a Javier nos hace renovar nuestro espíritu misionero. Ayer y hoy muchos habéis salido de vuestros lugares de origen. Os habéis paseado por calles, plazas, caminos y carreteras. Veníais orgullosos a Javier, no había complejo, no había vergüenza por venir, porque la gente os viese y llegar hasta Javier. En ese caminar, en esa peregrinación, mostrabais vuestra condición de cristianos, que os ibais a encontrar con el santo misionero y con el mismo Dios que nos convoca.
Nuestra Iglesia necesita peregrinos valientes, cristianos orgullosos que hacen pública su fe. Vosotros representáis la alegría del Evangelio, se ve la alegría, ilusión. Una es la alegría que contagia. El Papa Francisco quiere en primer lugar y ante todo una Iglesia y un cristiano alegre que contrarreste la tristeza individualista que domina en la sociedad, quiere una Iglesia ilusionada, contagiosa de la alegría de venir a Javier, de disfrutar del día. Hoy nuestro peregrinar hasta Javier ha estado rebosante de alegría, a pesar del cansancio, porque veníamos a encontrarnos con Jesús, y con el santo misionero San Francisco Javier.
Que volvamos a nuestras casas con la alegría de testimoniar que hemos estado en Javier. Que nos hemos encontrado con Jesús y con los miles de personas que también han venido a Javier. Hablemos de lo grande que es Javier y de lo mucho que hemos vivido en Javier.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela