Somos testigos de la Resurrección

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio, el sábado 19 de abril, durante la celebración de la Vigilia Pascual, en la Catedral de Pamplona


Ayer Viernes Santo, dije en la reflexión de la celebración de los oficios, que la cruz no era el final, que la muerte no vencía.  Esta noche escuchamos cómo las mujeres van al sepulcro, lo encuentran vacío, y les hacen la siguiente pregunta “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado” (Lc. 24, 5-6). Aunque inicialmente es una respuesta sorprendente y que inquieta, para los que tenemos fe nos alegra, pues da razón a nuestra reflexión de ayer, la cruz no es el final del camino, el sepulcro no puede ser el lugar definitivo de Jesús. Porque es cierto que muchas veces buscamos a Jesús en lo que está muerto: dinero, poder, protagonismo, en definitiva, aquello que nos aleja de Dios, por eso nos pasa como a las mujeres, como a los discípulos, que inicialmente no lo encontramos, porque lo buscamos donde no está.

Esta noche es la fiesta de la vida, hemos caminado con las Escrituras desde la creación hasta la salida de la esclavitud a la tierra prometida. Hemos visto cómo Dios, con paciencia infinita, ha acompañado a la humanidad en sus luces y sombras, en sus fidelidades y caídas, especialmente en la salida de Egipto y el caminar por el desierto. Y todo ese camino nos lleva a la tumba vacía, al triunfo de la vida sobre la muerte. Jesús resucita, pasa de la muerte a la vida, la cruz no es la última palabra. La cruz es el camino, para vivir y experimentar la resurrección, la nueva vida. Sin cruz, sin pasión, no hay resurrección.

Pero también es la fiesta a la vida de la Iglesiaporque diecisiete catecúmenos, hombres y mujeres, abrazarán hoy, por primera vez la fe, comienzan una nueva vida en la Iglesia, a través del bautismo, la comunión y la confirmación.  Este acercamiento a la Iglesia es el signo más palpable y más visible de la resurrección de Jesús. En estos hermanos está la nueva vida, la resurrección, la nueva Iglesia que nos trae la Pascua.

Queridos catecúmenos, sed bienvenidos a nuestra familia en la fe, a la Iglesia. Sabed que nos alegramos mucho con vosotros y por vosotros. Os recibimos en esta S.I. Catedral de Pamplona, la casa madre de nuestra iglesia en Navarra. Os acogemos como hermanos que caminamos en la misma fe que vosotros vais a profesar. Pero esta noche no es solo de vosotros, también es para nosotros, los ya bautizados. Porque ver vuestra fe, vuestra entrega, vuestra alegría, nos llama a renovar nuestra propia alianza con Cristo, nuestra fe.

¡Qué fácil es vivir el cristianismo por costumbre!, como rutina.  Pero vosotros, con vuestra decisión y voluntad de abrazar la fe, nos recordáis que esto es algo vivo, apasionante, transformador. Gracias por vuestro testimonio. Gracias por vuestra valentía. Os podemos decir que la fe en el Jesús que resucita esta noche nos ha hecho felicesha colmado nuestras vidas, y hoy pedimos al Señor que también colme las vuestras. Pedimos al Señor que acompañe vuestro caminar, que os fortalezca.

Una vida, la de esta noche, la de la resurrección, que tiene como protagonistas a unas mujeres, por cierto, con poco crédito en la sociedad judía. Van al sepulcro con perfumes, para embalsamar el cuerpo. Pero van derrotadas, hundidas, resignadas, tristes, todavía con el Espíritu del viernes santo. Su fe está herida, desconcertada. Lo que encuentran no es lo que esperaban: la piedra está removida, el cuerpo de Jesús no está, y dos hombres con vestiduras resplandecientes les anuncian algo que cambiará la historia, que Cristo no está en el sepulcro. Las mujeres, como en nuestra Iglesia, cercanas, dispuestas, colaboradoras. Dios les concede un protagonismo, el más importante, el de anunciar la resurrección, “María Magdalena, Juana y María, la de Santiago, y sus

compañeras contaban esto a los apóstoles”. (Lc. 24, 10 Aunque inicialmente los apóstoles no les creyeron “Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron”. (Lc. 24, 11). Solo Pedro corre al sepulcro, ve los lienzos solos y se queda asombrado. Esa mezcla de duda, sorpresa y esperanza es algo que también habita nuestro corazón. Porque la resurrección no es algo que se entienda de golpe, sino algo que se experimenta, que transforma lentamente, que ilumina la vida desde dentro. Pero al final las mujeres anunciaron la verdad, y siguen reclamando el protagonismo en la Iglesia que la resurrección les ha concedido, el de la verdad y testigos de la resurrección.

Me gustaría que esta pascua, esta resurrección, ayudase a resucitar tantas situaciones muertas en nuestra sociedad. Me gustaría que ayudase a resucitar a Nicaragua, un país de tradición cristiana y que su iglesia está perseguida, sin procesiones, con sus celebraciones y homilías vigiladas, con casi una cuarta parte de sacerdotes en el exilio, ¡Nicaragua resucita! Que resucitase también a cristianos perseguidos en Nigeria, hemos perdido el número de muertos. Hemos normalizado que cristianos sean asesinados en misa o por testimoniar su fe en este país. La muerte no puede ser algo normal, y menos por vivir la fe con libertad. Que resucitase a Gaza, a Ucrania, en guerra, y esa resurrección se convirtiese en paz, y por lo tanto en vida, porque se acabarían los muertos, entre ellos muchos niños, porque de eso se trata la resurrección, de generar vida. La guerra, el conflicto genera muerte, la resurrección vida. Resucita Gaza, resucita Ucrania.

Pero la fe, la resurrección no es para esconderla, ni para vivirla en privado. La Pascua no se celebra solo en la liturgia, sino también en las calles y plazas, en los hogares, en el estudio y trabajo, también en el ocio. María Magdalena, Juana y María la de Santiago corrieron a anunciarlo. Hoy, nos toca a nosotros. Pamplona, Navarra, el mundo… necesitan testigos de la resurrección Necesitamos cristianos que hagan realidad la iglesia en salida que nos repite el Papa Francisco, y para ello necesitamos cristianos que vivan sin miedo; que no se avergüencen del Evangelio; que hablen en voz alta de lo que creen, que trabajen por la paz, que ofrezcan mensajes positivos y de esperanza.

+ Florencio Roselló Avellanas O de M

Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

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