600 años de la llegada del pueblo gitano a España

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio, el pasado 31 de mayo, en la parroquia de Nuestra Señora del Pilar de Etxabakoitz, con motivo de los 600 años de la llegada del pueblo gitano a España


Con gozo celebramos los 600 años de la llegada del pueblo gitano a España. En esta reflexión quisiera comenzar con las palabras del querido difunto Papa Francisco que os dirigió el pasado 12 de enero en la celebración del 600 aniversario de vuestra llegada a España “El pueblo gitano está en el corazón de la Iglesia”, también en el corazón de la Iglesia de Navarra. El Papa Francisco en sus palabras ha expresado su cercanía y aprecio hacia esta comunidad, destacando sus valores y alentándolos a afrontar el futuro con esperanza y fe. Como Arzobispo de esta diócesis, también os tiendo la mano y abrazo al pueblo gitano como Iglesia que peregrina en Navarra. Sois uno más, sois parte activa de nuestra comunidad de fe en la diócesis.

De la misma manera hago mías las palabras del rey Felipe VI sobre el pueblo gitano, al que ha destacado como “solidario, orgulloso de sus raíces y siempre dispuesto a aportar”. El rey ha remarcado “Que no se nos olvide en este aniversario que las personas gitanas continúan enfrentándose con barreras en áreas tan importantes como la vivienda y el empleo, y con necesidades significativas en el futuro, en salud y educación”. Y el rey ha invitado a toda la sociedad a “erradicar los prejuicios, muchos infundados, sobre el pueblo gitano, ayudándoles a superar los problemas de vivienda, empleo, salud y educación”

Creo que estas dos autoridades, el papa Francisco y el rey Felipe VI, con las palabras que os han dedicado, es motivo para sentirse orgulloso de ser gitano, y nosotros orgullosos de que hace 600 años llegaseis a España y os quedaseis a vivir aquí. Tengo amistades gitanas y es gente que merece la pena.

Pero además, el mundo gitano se ha acercado a la fe a través de dos figuras muy importantes que han sido declaradas beatas. Ellos son Ceferino Giménez, “El Pelé”, y Emilia Fernández, “La canastera”. Los dos son beatos y nos demuestran que la santidad está al alcance de todos. Que, viviendo con sencillez y humildad, también nosotros podemos ser santos.

Ceferino Giménez Malla, más conocido como «El Pelé», fue el primer gitano elevado a los altares. Su figura nos recuerda que la santidad no conoce fronteras de raza, clase social o educación. Dios llama a todos, sin excepción, a vivir el Evangelio con radicalidad y amor. Nació en España, en 1861, en el seno de una familia gitana. No fue sacerdote, ni religioso. Fue un laico, esposo y trabajador, dedicado al comercio de caballos. Era analfabeto, pero su vida fue una verdadera lección del Evangelio. Se comprometió con los más pobres y defendía siempre la justicia y la dignidad de las personas, sin importar su origen.

En 1936, al inicio de la Guerra Civil Española, fue arrestado por defender a un sacerdote. Cuando los milicianos le ofrecieron la libertad a cambio de que renunciara a su fe, él se negó. Lo encontraron con un rosario en la mano. Y por eso lo fusilaron. Murió mártir, testigo del amor de Dios hasta el final, sin odio ni venganza, y beatificado por Juan Pablo II en el año 1997.

Por otro lado, también el mundo gitano tiene una mujer en los altares, la única mujer gitana, Emilia Fernández, más conocida como “La canastera”. Una gitana que encontró en el Evangelio la fuerza para entregarse, incluso hasta la muerte. Vivía de hacer cestas –de ahí su apodo–, analfabeta y marginada por una sociedad que muchas veces excluye a quienes son diferentes. Y sin embargo, el Señor la llamó. Como llama a tantos en los márgenes del mundo, para confundir a los sabios, para mostrar que su gracia se derrama también en los caminos polvorientos y en las cárceles olvidadas.

Durante la Guerra Civil española, Emilia fue encarcelada por negarse a revelar el paradero de su marido. Allí, en las condiciones más duras, aprendió a rezar el rosario de labios de otra presa. Esa oración sencilla, hecha con cuentas y fe, encendió en su corazón una luz que ya no se apagaría. Comenzó a rezar, y a enseñar a otras. Por ello fue castigada, recluida sin atención médica, y finalmente murió, víctima de tuberculosis, en 1939. Su beatificación, el 25 de marzo de 2017, en tiempos del papa Francisco, no solo honra a una mujer concreta, sino que también representa un reconocimiento de la dignidad del pueblo gitano, muchas veces ignorado o discriminado. La vida de Emilia nos interpela:

Hoy celebramos la Ascensión de Jesús a los cielos. Les dice a sus discípulos que “voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre” (Lc. 24, 49). Hoy para nosotros, para todo el pueblo gitano, cuando Jesús asciende a los cielos nos deja dos ejemplos de vida y testimonio que nos ayudan a vivir nuestra fe, nos deja a Ceferino Giménez, “El Pelé” y Emilia Fernández “La canastera”. Dos beatos que pasaron por la cárcel, que no les fue fácil creer. Un hombre y una mujer, los primeros santos en los altares que nos dicen que hoy es posible vivir la fe, que es posible ser gitano y cristiano. Que es posible vivir en comunión con Jesucristo, porque otros gitanos, antes que nosotros ya lo han vivido, y la Iglesia se ha fijado en ellos y hoy son beatos.

Quisiera termina mi reflexión pidiendo a nuestros beatos Ceferino Giménez y Emilia Fernández que nos animen a: rezar con fervor el rosario; a defender siempre al que es perseguido; a vivir nuestra fe con valentía y alegría y a ser instrumento de reconciliación y de paz. Que demos gracias a Dios por los 600 años que llevamos en España.

 

+ Florencio Roselló Avellanas O de M

Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

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