Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 19 de marzo, en la residencia de las Hermanitas de los Pobres de Pamplona, con motivo de la fiesta de San José
Queridas Hermanitas de los Pobres en el día de vuestro patrón San José, queridos residentes, familiares y hermanos todos.
El evangelio que hemos leído nos presenta una de las escenas más tiernas y conmovedoras de la vida de San José. Éste se entera de que María va a ser madre de Jesús, y él no sabe nada, como a todo ser humano, le aborda la duda. Ante esta situación, José decide abandonar a María en secreto, sin embargo, Dios a través de un ángel le tranquiliza con unas palabras llenas de ternura y confianza, cuando le dice, «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo engendrado en ella viene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» (Mt 1, 20-21). Es más, Dios le demuestra su confianza cuando le concede el poner nombre a Jesús. Poner el nombre es signo de autoridad y confianza.
En la vida de José no hay palabras, no conocemos ninguna. Su vida está marcada por la obediencia a la voluntad del Padre, y por ser parte de la promesa de Dios. Su credibilidad son sus actos y su vida coherente. En la vida de José, Dios no habla tanto a través de grandes palabras, sino mediante sueños y silencios. Sin embargo, José responde a esa voz de Dios con una obediencia absoluta, confiando plenamente en el plan divino. De esta manera, San José asume su rol no solo como esposo de María, sino también como padre adoptivo de Jesús, el hijo de la promesa que Dios había anunciado a David, y que hemos escuchado en la primera lectura. San José, además de ser el padre adoptivo de Jesús, es el custodio de la promesa. Cuidando a Jesús está cuidando la promesa.
Para las Hermanitas de los Pobres, cuyo carisma y compromiso es acoger a los más pobres y vulnerables, San José se convierte en ese modelo de entrega silenciosa, generosa y desinteresada. Pero además es un servicio desde la fe, no por razones ideológicas ni económicas, sino desde la fe, desde su consagración religiosa. Santa Juana Jugan vuestra fundadora os decía, “Pequeñas, bien pequeñas ante Dios. Saber desaparecer por la humildad en todo lo que el buen Dios quiera de nosotras. No somos sino los instrumentos de su obra”. Como San José, vuestra fundadora os animaba a ser pequeñas y a saber desaparecer con humildad, como vuestro patrón San José.
Como el «padre oculto», San José nunca busca protagonismo; su vida es un servicio constante a Dios y a los demás. Él nos enseña que, en los pequeños gestos de amor, en la atención al prójimo, en el trabajo humilde, podemos vivir el Reino de Dios aquí y ahora. Como hacen las Hermanitas en esta casa. Igual que San José fue el cuidador y protector de Jesús, las Hermanitas de los Pobres también estáis llamadas a ser protectores de los más necesitados y vulnerables, en vuestro caso de los ancianos, porque como nos dice Jesús “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. (Mt. 25, 40). En cada anciano de esta casa está el mismo Cristo anciano. Por eso cuidar al anciano es cuidar al mismo Jesús, como lo hizo San José. Santa Juana Jugan decía a las Hermanitas “No olviden nunca que el Pobre es Nuestro Señor”, que es lo mismo que nos ha dicho Jesús en el evangelio.
San José nos enseña lo que significa confiar plenamente en Dios, incluso cuando nuestras circunstancias son confusas o desafiantes. San José estuvo tentado de abandonar a María, de romper el plan de Dios, pues no entendía nada. Al final no se dejó llevar por el miedo, el juicio humano o sus propios temores. Tampoco se dejó condicionar por el que dirán, pues el hijo de María no era suyo. Pero José siempre estuvo abierto a escuchar la voz de Dios en su corazón y actuó con valentía y obediencia. Esta fe y confianza son cualidades que las Hermanitas de los Pobres tratan de imitar en su vida diaria, al entregar su vida al servicio de los más pobres, los más vulnerables y los más necesitados, siguiendo el ejemplo de San José.
Al igual que José, las Hermanitas de los Pobres no temen acoger a aquellos que, a los ojos del mundo, pueden parecer olvidados, descartados o rechazados. Como José acogió a María y al niño Jesús con amor y cuidado, las Hermanitas acogen con ternura y dedicación a los ancianos más necesitados, quienes, a menudo, son los más olvidados por la sociedad. La propia fundadora Juana Jugan decía a las Hermanitas “Cuando estén cerca del pobre dense de todo corazón. Miren al pobre con compasión y Jesús la mirará con en vuestro último día”. Y Benedicto XVI en la canonización de vuestra fundadora decía estas palabras tan bonitas “Esta mirada compasiva a las personas ancianas, que procedía de su profunda comunión con Dios, Juana Jugan la mostró en su servicio alegre y desinteresado, ejercido con dulzura y humildad de corazón, deseando ser ella misma pobre entre los pobres” (Roma, 11 octubre 2009).
En la fiesta de San José vuestro patrón, renovemos nuestro compromiso de ser custodios del mismo Jesús, en las personas que Dios ha puesto en nuestro camino, en los ancianos y en los pobres, y lo hagamos de manera silenciosa y sencilla como San José con Jesús.