Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 11 de abril, en la capilla del Hospital Reina Sofía de Tudela, con motivo de la celebración del Jubileo.
Nos encontramos en un lugar especial, el hospital Reina Sofía de Tudela. Y es especial porque es un lugar jubilar, un lugar donde el dolor y la llaga humana tienen un sentido especial. En este hospital, en esta celebración, estamos llamados e invitados a ganar este año el Jubileo. Los enfermos, sus familias, son la encarnación del mismo Cristo enfermo, convaleciente y necesitado. En cada enfermo de este hospital descubrimos que Jesús nos está esperando, cada enfermo es una oportunidad para acercarnos a Dios.
El Papa Francisco en la bula del Jubileo de la esperanza habla de la necesidad de ser signos tangibles, concretos de esperanza, especialmente en situaciones de llaga y dolor humanos. En estos lugares están los enfermos, a los que el Papa dedica un pensamiento en la bula del Jubileo de la esperanza, “Que se ofrezcan signos de esperanza a los enfermos que están en sus casas o en los hospitales. Que sus sufrimientos puedan ser aliviados con la cercanía de las personas que los visitan y el afecto que reciben. Las obras de misericordia son igualmente obras de esperanza, que despiertan en los corazones sentimientos de gratitud. Que esa gratitud llegue también a todos los agentes sanitarios que, en condiciones no pocas veces difíciles, ejercitan su misión con cuidado solícito hacia las personas enfermas y más frágiles”. (11). Conviene destacar que el Papa también quiere cuidar a los agentes sanitarios, que cuidan de los enfermos, ellos también son destinatarios del jubileo de la esperanza.
Nos cuesta aceptar la enfermedad, aflora nuestra condición humana, porque nos pesa. La enfermedad tiene rostro de cruz, a veces se nos hace pesada, difícil de llevar. Por eso a los enfermos y a sus familias los animo a unirse a la cruz de Cristo, a ofrecer el sufrimiento, aunque difícil, por una causa o una razón personal. Que sea Dios quien dé sentido a esa cruz llamada enfermedad. Igual que la cruz de Cristo fue una fuente de salvación, la enfermedad se ha convertido en una fuente de esperanza, de lucha, de esfuerzo.
Queridos enfermos, familiares, de este hospital Reina Sofía de Tudela, la presencia de los dos obispos de Navarra y Tarazona, de sacerdotes y laicos, es la presencia de las Iglesias diocesanas, que quieren compartir con vosotros un momento de vuestra vida. Visitar este hospital, es abrazar vuestra enfermedad, es acoger el dolor, es luchar por la salud con cada uno de los enfermos. Visitar esta casa es reconocer vuestra lucha, vuestros esfuerzos, también vuestra ofrenda del dolor por causas justas y nobles. Muchos de vosotros sois ejemplo de serenidad, de aceptación de la voluntad de Dios en vuestras vidas.
La enfermedad es un camino con momentos oscuros y difíciles. En la enfermedad sale nuestra condición humana, primero de dolor, pero también de rebeldía. Nos cuesta aceptar un diagnóstico, un tratamiento duro y complicado. Por eso más que nunca en esta casa necesitamos recuperar la esperanza. San Pablo en la primera lectura nos anima cuando nos dice“La esperanza no defrauda” (Rm. 5, 5). Esperanza, esta es la palabra que debe de resonar en este hospital, en esta casa. La esperanza en Dios ni defrauda, ni engaña. Esta esperanza no es vacía, no es una ilusión ni un sueño. Esperanza basada en el amor de Dios que ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo. El sufrimiento que vivimos, cuando es acompañado por la fe, se convierte en un camino hacia la esperanza.
En el evangelio de hoy hemos escuchado cómo Jesús, en el comienzo de su vida pública, en el comienzo de la evangelización, hace una opción muy clara por los pobres y necesitados, entre ellos los enfermos. Jesús comienza su misión anunciando un «año de gracia», un tiempo de salvación, un periodo de sanación y restauración. Y este tiempo es para todos, pero tiene un especial sentido para aquellos que sufren, para aquellos que viven en la oscuridad de la enfermedad, la opresión o la soledad.
En una situación de enfermedad Jesús se presenta como la acogida y el descanso cuando dice, “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt. 11, 28). Estas palabras resuenan con fuerza en nuestro corazón hoy, pues sabemos que la enfermedad no es solo un sufrimiento físico, sino también emocional y espiritual. A veces, el dolor del cuerpo se convierte en un grito interior, y Jesús se presenta como quien puede sanar todas nuestras heridas, tanto las visibles como las invisibles.
Puede parecer irónico animar a vivir la esperanza en medio de la enfermedad y del sufrimiento. No significa ignorar el dolor o el malestar. Jesús no vino a prometernos una vida sin dificultades. Él vivió y experimentó el sufrimiento en su propia carne, en la cruz. Sin embargo, lo que Él nos ofrece es la promesa de que en Él siempre hay un propósito, siempre hay sanación, siempre hay restauración.
Como obispo, queridos hermanos, enfermos del hospital Reina Sofía de Tudela, os doy lo que tengo, la fe en el Dios que nos sostiene y la esperanza en ese Dios que no defrauda. Que este Jubileo de la Esperanza sea un tiempo de renovación, especialmente para aquellos que viven en la fragilidad de la enfermedad. Que el Espíritu de Cristo, que viene a sanar, a liberar y a dar vida, nos llene de fuerza y nos impulse a ser instrumentos de esperanza en el mundo.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela