Profesión perpetua de tres Misioneras de Cristo Jesús

Homilía pronunciada el pasado 27 de junio, en Javier, con motivo de la profesión perpetua de tres Misioneras de Cristo Jesús


Hoy es un día de profunda alegría, no solo para vosotras, sino para toda la Iglesia. El Señor ha estado grande con vosotras, y estamos alegres (cf. Sal 126). Vuestra alegría es nuestra alegría. Es un día especial, en este altar, vais a pronunciar vuestros votos perpetuos. Mucho tiempo de formación, de discernimiento y reflexión. Pero hoy ha llegado el momento, y lo hacéis en Javier, que tanto significado tiene para vosotras. A las faldas del Castillo de Javier, donde todo nos habla de misión, de entrega, de compromiso. San Francisco Javier es ejemplo de entrega a la misión. Os vais a comprometer en vuestra congregación para el servicio de la Iglesia. Vuestra entrega se sella para siempre. Vuestra firma será sagrada, dejará huella.

No tengáis miedo, habéis elegido la parte mejor, que dijo Jesús a María, la hermana de Marta y de Lázaro. La elección de María fue estar cerca de Jesús, a sus pies para escucharle, para contemplarle. Y permitidme la confianza, digo que habéis elegido lo mejor, porque soy religioso mercedario, y un día también hice mis votos perpetuos y ese día estaba flotando, me sentía plenamente feliz. Por eso hermanas en la vida religiosa estáis llamadas a ser felices, nada de amarguras ni medias tintas. Dios os quiere generosas, pero felices, entregadas, pero felices, comprometidas, pero felices. La vida religiosa es un espacio de felicidad, es vivir la comunidad como un oasis de paz y felicidad.

Queridas hermanas que hacéis vuestra profesión perpetua. Habéis elegido bien, habéis elegido como Amigo y Señor a quien sabemos que nunca falla, Jesús. Cuando llegan las crisis o los problemas, los que fallamos somos nosotros, pero nunca Jesús, él es el amigo que nunca falla. Además, al ver la primera lectura de Jeremías, os aseguro que vuestra vida de religiosas, de consagradas os va a ir muy bien. Estáis condenadas al éxito.  Esta lectura es la que yo elegí en mi ordenación sacerdotal, hace ya muchos años, y mirad, estoy aquí. La historia del profeta Jeremías es la historia de todo el que comienza el seguimiento de Jesús. Una historia de inseguridades, de dudas, de vacilaciones. Pero ante estas dudas la respuesta es contundente y tranquiliza. Porque no hay mayor seguridad que el Señor le dijo a Jeremías y hoy os dice a vosotras “No tengas miedo, que yo estoy contigo para liberarte” (Jr. 1, 8), ¿hay mayor seguridad en esta decisión? Si Dios está con vosotras, ¿qué podéis temer, ¿qué podéis dudar? Os lo digo por experiencia, ¡no tengáis miedo!, si Dios está con vosotras, nada ni nadie os va a hacer tambalear.

Decir sí a Dios es fiarse de Él. No valen excusas. Jeremías ponía límites, excusas vagas. Decía “soy un muchacho, no sé hablar”, esto son excusas para justificar la negativa a Dios, pero Dios tiene respuesta para todo, porque le dice a Jeremías, “yo pongo mis palabras en tu boca”. Para Dios no hay excusas, podremos decir sí o no, pero no a través de excusas para justificar nuestra conciencia. Viví esta experiencia cuando el papa Francisco me eligió para obispo de Pamplona y Tudela, yo no me veía capacitado, pensaba que me superaba. Me puse en manos del Señor, me fie de Él y dije sí, y hoy estoy aquí. A la vez mucha gente para animarme me decía, “Dios no elige a los mejores, pero capacita a los que elige”. Y es verdad, yo siento la fuerza de Dios en mi ministerio episcopal. Ni me siento digno ni preparado, pero sí confiado y seguro de dónde estoy y hacia dónde voy, porque sé de quién me he fiado. Por eso no tengáis miedo, sed felices de que Dios os ha llamado a la vida religiosa. Y tened seguro, que Dios os capacitará, os ayudará a vivir vuestra vocación para ser testigos de su amor en el mundo al cual la obediencia os envíe.

Y el Señor os llamado para qué, para vivir el amor, como hemos escuchado en el evangelio, “que os améis unos a otros como yo os he amado”, primero entre vosotras, en vuestra congregación, en la comunidad a la cual os destinen vuestras superioras, porque no podemos transmitir amor si antes no lo vivimos. He conocido comunidades que no han vivido en fraternidad, que no había caridad en la comunidad, y eso se transmitía fuera. Esa comunidad no era contagiante, el amor del que hablaban no lograba penetrar en la gente que les escuchaba. Somos lo que vivimos. Que vuestra vida sea transmisora del amor de las consagradas.

Vuestra profesión perpetua, en público, ante la gente aquí congregada es un signo y testimonio de que Dios sigue llamando y hay hombres y mujeres que siguen respondiendo. Vuestro sí a Dios es una manifestación de que el compromiso para toda la vida existe, en una sociedad en que nadie se compromete para mucho tiempo. Las parejas no se casan porque tienen dudas y miedo a comprometerse, las amistades están condicionadas a ciertas situaciones. En nuestra sociedad, en la vida, cuesta encontrar personas que quieran comprometerse para toda la vida, y vosotras decís que sí. Lo hacéis porque Dios llena vuestra vida y vuestro futuro. Os doy las gracias por vuestra determinación, por vuestro sí.

Queridas hermanas: lo que hoy hacéis es un misterio. Y en los misterios, no todo se entiende, pero todo se acoge. Entregad hoy vuestro sí como María, con fe sencilla, con amor ardiente. El resto lo hará Él. Que la Virgen María, primera consagrada, os lleve de la mano. Y que Cristo, el Amado, os sostenga cada día en su fidelidad.

 

+ Florencio Roselló Avellanas O de M

Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

Scroll al inicio
Navarra
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.