50 y 75 aniversario de ANFE y ANE

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 28 de junio, en Leitza, con motivo del 50 y 75 año aniversario de ANFE y ANE


Hoy la Iglesia se viste de gratitud y alabanza. Celebramos dos fechas que son mucho más que números: 75 años de adoración nocturna en ANE, y 50 años de fidelidad femenina en ANFE. Son 75 y 50 años de vigilia, de oración en silencio, de encuentros con el Señor Sacramentado durante la noche, cuando el mundo duerme, pero el alma vela.

Damos gracias por aquellos hombres y mujeres —muchos ya en la presencia del Padre— que respondieron a la llamada de velar con el Señor. Ellos pusieron los cimientos de este movimiento eucarístico que hoy sigue vivo. Gracias a ellos, Cristo no ha estado solo en el sagrario; ha tenido corazones atentos, rodillas dobladas, ojos fijos en el sagrario, labios que oraban por el mundo.

La historia de ANE y ANFE está tejida con historias pequeñas pero heroicas: hombres que después de largas jornadas de trabajo venían a pasar una hora ante el Santísimo; mujeres que ofrecían su noche por los enfermos, los hijos, los sacerdotes, la Iglesia. El mundo no las conoce, pero el cielo sí, y hoy se las presentamos la Padre que les diga GRACIAS, para que las ponga en valor.

Vivimos tiempos de increencia, de falta de fe, de prisas y mucho ruido, por eso vuestra presencia esta noche es un acto de fe, y un gesto de compromiso con el mismo Jesús adorador del huerto de los olivos. Vosotros como guardianes de la noche y centinelas del alba seguís apostando por el silencio, la oración y la adoración. A los ojos del mundo vuestra adoración puede parecer un tiempo perdido, un tiempo que no ofrece réditos materiales, pero en cambio es un tiempo ganado para Dios. No es un gesto vacío, sino una intercesión por toda la humanidad. Cuando la mayoría duerme, vosotros estáis ente el Señor y veláis. Cuando la mayoría chilla, vosotros mostráis silencio.

En la primera lectura de los Hechos de los apóstoles vemos que nos habla de otra noche, en la que Pedro está en la cárcel. Una noche oscura, de persecución, de cadenas. Pero en esa noche hay un grito fuerte que mantiene a Pedro con esperanza, es la Iglesia en oración, nos dice el texto “la Iglesia oraba insistentemente a Dios por Pedro” (Hch. 12, 5). La fuerza de la oración envió al Ángel del Señor que lo liberó, pero el texto remarca, que por la noche la Iglesia oraba. Es la fuerza de la oración, de la adoración la que ha posibilitado la libertad de Pedro. Esto es exactamente lo que han sido ANFE y ANE durante estos 50 y 75 años: una Iglesia orante en medio de la noche del mundo. En medio de problemas y dificultades allí aparece la adoración nocturna para orar. Porque mientras la Iglesia ora, Dios actúa, mientras la comunidad reza, Dios escucha el clamor de la oración y se compromete.

La oración devuelve la esperanza. Pedro, al ver la acción de Dios en su vida manifiesta “Ahora sé verdaderamente que el Señor ha enviado a su ángel y me ha librado…” (Hch. 12, 11), porque gracias a la oración de la comunidad y a la intervención del ángel, recobra la libertad.

El evangelio nos ha presentado la gran confesión de fe, de todos los adoradores, en boca de Pedro “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt. 16, 16). Cada vez que el adorador entra en una capilla, en una parroquia es una manifestación de fe, es reconocer que Jesús es el Hijo de Dios. El adorador comienza reconociendo la presencia de Dios eucaristía y la intervención de Dios en su vida. Cada adoración es una confesión de fe. En un mundo en que muchas veces se ha olvidado a Dios, vuestra respuesta es clara “Tú eres el centro de mi vida”. En un mundo, como nos decía Benedicto XVI, que se quiere construir una sociedad como si Dios no existiera, decimos como Pedro “Tú eres el Hijo de Dios”. La adoración nocturna es una confesión de fe en Jesucristo Hijo de Dios.

Esta noche esta confesión de fe también tiene que ir dirigida a nuestro papa León XIV, que recientemente elegido, como sucesor de Pedro nos anima a profesar nuestra fe en el Jesús resucitado, y a nosotros manifestar nuestra comunión con el nuevo pontífice.

Este aniversario no es un punto final, sino un nuevo comienzo. ANE y ANFE están llamadas a seguir siendo escuelas de contemplación y testigos del amor eucarístico. El mundo necesita adoradores. La Iglesia necesita almas que se postren ante el Sagrario y digan: «Aquí estoy, Señor, para adorarte, para consolarte, para interceder.» Que este aniversario sea un impulso para renovar el espíritu misionero de la adoración. Que lleguen nuevos adoradores, que la juventud descubra el tesoro escondido en la Eucaristía, que en cada parroquia surjan almas silenciosas, fieles y adoradoras.

Hoy celebramos no solo años, sino fidelidades. No solo historia, sino esperanza. A los pies de Jesús Sacramentado, pongamos nuestras vidas, nuestros trabajos, nuestras familias. Que María, la mujer adoradora por excelencia, acompañe a ANFE. Que San José, el silencioso guardián, proteja a ANE.

 

+ Florencio Roselló Avellanas O de M

Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

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