Las organizaciones que promovemos la iniciativa “Iglesia por el Trabajo Decente” (ITD) nos unimos a millones de trabajadores y trabajadoras en todo el mundo para conmemorar la Jornada Mundial por el Trabajo Decente. Una jornada que nos convoca a reivindicar lo esencial: el trabajo decente es un derecho irrenunciable, nunca un privilegio.
Resulta doloroso que hoy en día tengamos que alzar la voz para reclamar condiciones laborales fundamentales: un salario justo, entornos de trabajo seguro y saludable, respeto a los horarios y al descanso, así como la igualdad de trato, sin distinciones por razón de género, origen o situación administrativa.
Coincidiendo con el año del Jubileo de la Esperanza, queremos poner el foco en una de las situaciones más sangrantes de nuestro mundo del trabajo: la de las personas trabajadoras migrantes. La aportación de las personas migrantes debe ser reconocida y dignificada.
En este sentido, conviene recordar que el 9 de abril de 2024, el Congreso de los Diputados aprobó por mayoría absoluta la toma en consideración de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para una regularización extraordinaria de personas migrantes. Más de un año después, el proceso sigue paralizado, condenando a la invisibilidad y a la economía sumergida a cientos de miles de personas que buscan sobrevivir con dignidad.
Las personas que vivimos en este país, hayamos nacido aquí o no, tenemos derecho a un trabajo decente: aquel que expresa la dignidad de toda persona, es libremente elegido, contribuye al desarrollo comunitario, garantiza el respeto sin discriminación, permite sostener a la familia, reconoce el derecho de organización y expresión, favorece el equilibrio personal y espiritual, y asegura condiciones justas en la jubilación.
Reclamamos justicia. Reclamamos humanidad. Reclamamos trabajo decente: derecho, no privilegio.
Firmado: Delegación Diocesana de Pastoral del Trabajo.
Eduardo Gorriz, Trini Díaz, Ana Martínez, José Donazar, Sagrario Soto, Alberto Goñi, Guillermo Múgica.