Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 12 de octubre, en la parroquia de San Miguel de Pamplona, con motivo de la fiesta de la Virgen del Pilar, patrona de la Guardia Civil
Hoy la Iglesia se reviste de fiesta para honrar a la Santísima Virgen del Pilar, madre y patrona de España, y de manera muy especial, hoy la veneramos como patrona de la Guardia Civil. Nos reunimos ante el altar con gratitud y fe para poner bajo su amparo la vida, el servicio y las familias de todos los que vestís este uniforme, signo de entrega, disciplina y vocación al bien común.
El nombre del Pilar no es casual. Nos remite a la columna que sostiene, que no se quiebra, que da estabilidad en medio del temblor. María es ese pilar que sostiene la fe del creyente y de la comunidad. A lo largo de la historia, el pueblo cristiano ha acudido a ella para encontrar consuelo, para renovar su esperanza y para reforzar su compromiso. Durante todo el año el Pilar de Zaragoza es visitado y besado con la esperanza de recibir la fortaleza del Pilar, que, aunque se desgasta de besarlo y tocarlo, no se tambales ni se cae.
También vosotros, miembros de la Guardia Civil, estáis llamados a ser pilares en la vida pública: firmes en vuestros valores, estables en la adversidad, constantes en el deber. En un mundo donde se tambalean los principios, donde el compromiso parece frágil, vuestro testimonio de disciplina, lealtad y sacrificio es un reflejo del evangelio vivido con coherencia. María os invita a sostener con fe lo que otros pueden considerar solo un trabajo: vuestra vocación de proteger y servir es una forma de amor concreto, una respuesta cristiana al mandamiento de amar al prójimo.
Siempre he admirado vuestra vocación de servicio, y ese gesto tan sencillo de servir se convierte en un acto de amor. En vosotros servir no es solo cumplir órdenes o realizar tareas; servir es amar con hechos. Cada gesto de ayuda, cada intervención para proteger, cada sacrificio que hacéis tiene un valor que solo Dios conoce. Jesús dijo: “No he venido a ser servido, sino a servir y dar la vida por los demás” (Mc. 10, 45). En estas palabras encontramos el alma del cristiano y de la Guardia Civil. Por eso desde la fundación, vuestro cuerpo ha sido un testimonio de entrega y vocación al bien común, defendiendo la seguridad, la justicia y la convivencia en los momentos más difíciles.
En la fiesta de vuestra patrona, la Virgen del Pilar, es obligado mirar a María. Os animo a que la Virgen sea también vuestro amparo y vuestra guía. Que, en cada jornada, antes de salir al servicio, invoquéis su protección. Que os sintáis cubiertos por su manto y sostenidos por el Pilar sobre el que descansa la Virgen. Ese Pilar que tiene 2000 años está preparado también para que os sostenga y aguante vuestros problemas, preocupaciones y dificultades de vuestro servicio. Pero ese Pilar también nos recuerda que no estamos solos, que la Virgen camina a nuestro lado y nos anima a fiarnos de Dios, y nos dice, como les dijo a los discípulos en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2, 5).
En la segunda lectura hemos leído cómo María, después de la muerte y resurrección de Jesús, congrega a los discípulos en el Cenáculo. La unión, la comunidad es lo que les hace fuertes ante la tristeza y la pena de la muerte y ausencia de Jesús. El texto nos ha dicho: “Perseveraban unánimes” (Hch. 1, 14); es decir, estaban juntos, compartiendo la misma fe y la misma esperanza. La Guardia Civil, por su misma naturaleza, necesita de esa unión, no se entiende una acción en solitario, es necesario compañerismo, confianza mutua, solidaridad en el servicio. Vuestra estructura es comunitaria, os hacéis necesarios unos para con los otros.
En el evangelio leído, asistimos a la alabanza de una mujer a María por haber sido la Madre de Jesús. Pero este, sin negar esa alabanza, pone el acento en la escucha de la Palabra cuando le contesta, «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (Lc. 11, 28). Jesús da mucha importancia a la escucha de la Palabra de Dios, pero que además la cumplen. Nos habla de coherencia, de responsabilidad. Como cuerpo que tiene como patrona a la Virgen del Pilar busquemos escuchar la Palabra de Dios, como María, leerla, pero sobre todo vivirla. Que nuestro servicio sea coherente, desde la transparencia y el compromiso, en unos tiempos donde hay dudas y sospechas en muchos órdenes de nuestra vida. Que también puedan decir de nosotros como dijo Jesús: “Escuchan la Palabra y la cumplen”.
Queridos hermanos, hay un lema que identifica profundamente a quienes formáis parte de la Guardia Civil: ‘El honor es mi divisa’. No se trata de una palabra vacía ni de un simple distintivo en el uniforme, sino de una forma de entender la vida, de una vocación que nace del alma. El honor, en su sentido más alto, no se mide por el reconocimiento ni por los aplausos, sino por la fidelidad a la verdad, por la rectitud del corazón y por el servicio silencioso al bien común. El honor es vivir de pie, con la conciencia limpia, con la mirada puesta en Dios y las manos al servicio de los demás. En este sentido, la Virgen del Pilar es el modelo más perfecto del honor cristiano. Ella vivió con una fe firme, con una esperanza inquebrantable y con una entrega total a la voluntad del Señor. Su vida fue un servicio constante al plan de Dios y a los hombres. Por eso, cuando cada guardia civil pronuncia o recuerda este lema, puede mirar al Pilar y encontrar en María la fuente del verdadero honor: un honor que no se impone, sino que se ofrece; un honor que no busca ser admirado, sino compartido; un honor que se mantiene firme, como el pilar que no se quiebra, sosteniendo la fe, la justicia y la paz de nuestra tierra.
Quiero terminar esta reflexión dando gracias a Dios por vuestro servicio, por vuestra entrega. Que la bendición de Dios se derrame sobre vosotros y vuestras familias. Que la Virgen del Pilar sea siempre vuestra luz en el camino, vuestra fortaleza y pilar en la prueba y vuestro consuelo en el cansancio. Y sabed que os necesitamos. Felicidades.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela