Día del Catequista

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio el pasado 22 de febrero, en la Catedral de Pamplona, con motivo del Día del Catequista

Queridas/os catequistas y sacerdotes concelebrantes.

Celebramos en el día de hoy la fiesta de la Cátedra de San Pedro. Esta fiesta viene de una tradición muy antigua, implantada en Roma desde el siglo III, con la que se da gracias a Dios por la misión encomendada al apóstol san Pedro y a sus sucesores. La cátedra es la sede del obispo en una catedral, y el símbolo de la autoridad y enseñanza evangélica, y es vínculo de unión de la iglesia universal y diocesana. Por dos razones celebramos esta fiesta, una es celebrar la unidad de la iglesia cristiana, y la otra la cátedra simboliza la autoridad de San Pedro. Y celebramos esta fiesta en esta Santa Iglesia catedral de Pamplona, la sede del obispo, la casa de todos, que quiere vivir la comunión con la diócesis.

Esta fiesta tiene una significación especial para los catequistas. De alguna manera los catequistas, los responsables de la formación cristiana en las parroquias, sois una pequeña cátedra de la fe para niños y jóvenes que se acercan a nuestras catequesis. Esto nos debe de llevar a ser responsables como catequistas, a prepararnos bien la catequesis, porque los niños y jóvenes confían en lo que les decimos, se fían de nuestra palabra. Esta fiesta de la cátedra de San Pedro nos llama a ser responsables en nuestra enseñanza, que sea acorde a lo que la Iglesia nos enseña y predica. Que seamos honestos transmisores de la fe a los catequizandos. Esto nos obliga a estar en constante formación, a prepararnos bien para llevar la Palabra de Dios a nuestros niños y jóvenes. No hablamos en nuestro nombre, sino en nombre de la Iglesia. Cuando damos catequesis es como si nos subiésemos a una pequeña cátedra desde la que enseñar el mensaje de Jesús.

La primera lectura la podemos leer en clave del catequista. Cuando dice que “seamos pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo” (1P. 5, 2a). Me lleva a pensar en los grupos que acompañamos en catequesis. Nos dice que los “acompañemos de buena gana, como Dios quiere, con generosidad” (1P. 5, 2b). Ser catequista es acompañar a los niños y jóvenes a conocer a Dios, es abrirles los ojos para que conozcan a Dios. Y acompañarlos con cariño, de buena gana, siendo positivos con ellos, acogiéndolos y orientándolos por el buen camino. Pero también nos llama a catequizar con el ejemplo, con la vida, y el apóstol San Pedro nos dice que “seamos modelos del rebaño” (1P. 5, 3), que nuestra vida sea ejemplo a imitar, pues muchas veces llegamos a los niños más con nuestra vida, con nuestras actitudes, que con todas las palabras sobre Dios. Labor difícil la de catequista en nuestros días, pero sumamente valiosa y necesaria. Os animo a seguir, a pensar que sois luz, camino, verdad y vida para muchos niños de vuestros grupos de catequesis. Despertáis cariño y amor en esos niños. La catequesis despierta sentimientos buenos y positivos en los niños, por eso debemos hacer el esfuerzo de continuar, de ser fieles a nuestro compromiso.

Como decía en la carta que escribía a la diócesis, “En este ambiente el catequista se convierte en la “Puerta de esperanza a la fe”. Los catequistas sois la puerta para que el niño y el joven se acerque al hecho religioso, conozca a Dios, y tenga una mínima experiencia de fe. Es la puerta de entrada a la fe. Por eso el catequista hoy, no es que sea necesario, se ha convertido en imprescindible, sin ellos va a ser muy difícil que las nuevas generaciones conozcan a Dios. Los catequistas sois una puerta, sois esperanza, un camino que conduce a Dios” (Carta a la diócesis de Pamplona y Tudela. La Verdad. Nº 4395. 14 febrero 2025). La realidad es que niños y jóvenes se acercan a prepararse a los sacramentos con un conocimiento muy pobre de Dios y del hecho religioso. Las abuelas, que eran las garantes de la educación de la fe en las casas, están desapareciendo, y nadie habla a los niños de Dios, por eso el catequista recibe a los niños y adolescentes con una formación religiosa muy pobre. En este año Jubilar de la Esperanza, los catequistas estáis llamados a ser esa puerta grande, ancha, bonita por la que muchos niños pasan a conocer a Jesús, a conocer las obras del Padre.

El evangelio nos presenta la escena donde Jesús establece la cátedra de San Pedro, la fiesta que celebramos hoy. Jesús hace una proclamación solemne sobre Pedro: «Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mt. 16, 18). Jesús le encomienda a Pedro una misión: ser el fundamento de la Iglesia, la roca sobre la que se edificará su comunidad de seguidores. Ser el primer Papa de la Iglesia.

Aquí encontramos el fundamento del papado y la continuidad de la autoridad de la Iglesia. Pedro, como el primer Papa, será el sucesor de Cristo en la misión de guiar a la Iglesia a lo largo de los siglos. Y es importante remarcar que, a pesar de los desafíos, las dificultades y las persecuciones, la Iglesia permanecerá firme porque está fundada sobre la roca que es Cristo.

Los catequistas estamos llamados a vivir la comunión con el Papa Francisco, el sucesor de Pedro. Estamos llamados a vivir nuestra fe en comunión con el Papa y con el obispo, en este caso conmigo. Hoy de manera especial ante la enfermedad del Papa, por el que pedimos en nuestra eucaristía. Pero una fe que evangelice, que anuncie el evangelio a niños y jóvenes. Que nuestra enseñanza esté en comunión con la cátedra de Pedro, que seamos fieles a la hora de la transmisión de la fe. Que nuestra doctrina sea la doctrina de la Iglesia, la enseñanza del Papa Francisco. Que nuestra vida sea también en sintonía con el sucesor de Pedro, que sea el reflejo de lo que anunciamos de palabra y que la iglesia nos pide constantemente. No hablamos en nuestro nombre, sino que lo hacemos en nombre de Dios.

Que esta fiesta de la Cátedra de Pedro nos anime a renovar nuestro compromiso de catequistas, de que queremos estar en comunión con el Papa y enseñar su doctrina a los niños y jóvenes que se acerquen a nuestros grupos de catequesis. Algunas/os estaréis pensando sobre la continuidad de ser catequistas, de dejarlo, ¿os necesito! ¡os necesitamos! ¡los niños os necesitan! Os doy las gracias sabiendo que los tiempos han cambiado, los niños y jóvenes también, y que no es fácil dar catequesis. Os pido como os dije ya el año pasado en nuestro encuentro en Donamaría, “no hay niños imposibles”, acojamos a todos, y démosles cariño a todos, que nuestros grupos estén abiertos para ser “Puertas de Esperanza a la fe”, como reza nuestro lema jubilar. Como obispo y pastor de esta diócesis os doy las gracias por vuestra entrega, por vuestra generosidad, por vuestro tiempo en favor de la catequesis de nuestra diócesis. Que Dios os bendiga y sigo contando con cada cada una/o de vosotras/os.

+ Florencio Roselló Avellanas O de M

Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

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