Fiesta del Corpus Christi

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 22 de junio, en la Catedral de Santa María la Real de Pamplona, con motivo de la Solemnidad del Corpus Christi.


Celebramos con gozo la solemnidad del Corpus Cristi, del Cuerpo y Sangre de Cristo. Contemplamos a Jesús eucaristía, que nos lleva al compromiso. Esta fiesta nos conduce al corazón mismo del evangelio. Dios se ha quedado con nosotros, pero no como una idea, no como una frase bonita, sino como presencia viva del Pan. Un Jesús que se parte y comparte, un pan que se compromete, un pan que se entrega y muere, especialmente por los pobres.

El lema de la Iglesia española para este año “Mientras haya personas, hay esperanza”. La caridad no va de conceptos, no va de reflexiones vacías, va de personas, y estas necesitadas, hambrientas de pan, de justicia y solidaridad. El hambre y la pobreza tiene muchos rostros y muchos nombres. A Jesús le dicen, “tienen hambre” y Jesús no les responde con una reflexión contra la pobreza y las injusticias, sino que les dice “Dadles vosotros de comer” (Lc. 9, 13), porque las personas necesitaban comer, no palabras.  A estas personas solo les quedaba la esperanza en Jesús, y en Él la esperanza no defrauda, que nos ha dicho el papa Francisco en el año de la esperanza. La caridad va de personas, de pobres, de necesitados, con nombres, rostros, quizás todavía no con papeles legales, pero, qué es antes, la persona o el papel.

Cada vez que comulgamos, recordamos que cada persona es sagrada, cada vida importa, y donde hay alguien luchando por el bien, Dios está presente. La esperanza no nace de soluciones fáciles, sino del amor que se entrega silenciosamente, como Jesús en el altar. La esperanza, que nace de la eucaristía tiene nombres y rostros, la forman los voluntarios de caritas, de migraciones, de pastoral penitenciaria, de víctimas de trata, son esperanza para muchos hombres y mujeres apartados de nuestra sociedad y que se encuentran al borde del camino. Mientras haya personas así — personas que creen, que luchan, que aman— hay esperanza. Porque Cristo vive en ellas. Cuando decimos que «mientras hay personas hay esperanza», estamos diciendo algo inmenso: que cada ser humano, por el hecho de serlo, es portador de una chispa divina. Que en medio del dolor, la injusticia o la incertidumbre, siempre puede surgir el amor, la ternura, la entrega… porque Dios actúa a través de las personas.

Es bueno que nos hagamos la pregunta si somos personas de esperanza para otros, especialmente para los que sufren, para los que peor lo pasan. El Corpus Cristi nos invita a no pasar de largo, a no mirar hacia otro lado. Nos empuja asumir responsabilidades. Cada vez que comulgo me comprometo a hacer algo por los demás, comulgar es comprometerme. En Sacramentum Caritatis, el Papa Benedico XVI nos recuerda que cuando Jesús dijo en la Última Cena: “Esto es mi Cuerpo… esta es mi Sangre”, no estaba hablando en sentido figurado. En cada Eucaristía se hace presente ese mismo sacrificio del Calvario, nos enseña que la Misa es «sacrificio, presencia y banquete» (cf. n. 6). Y nos advierte que no puede haber verdadera eucaristía sin compromiso con los demás, “Una eucaristía que no se traduce en una práctica concreta del amor es fragmentada en sí misma” (nº 82).

La Eucaristía nos impulsa a la caridad, a la justicia, a la reconciliación. No podemos comulgar con Cristo y al mismo tiempo estar divididos, indiferentes o egoístas. El Cuerpo de Cristo que adoramos en el altar, es el mismo que sufre en los pobres, los enfermos, los inmigrantes, los presos, los que están solos. Salir en procesión hoy no es sólo una manifestación piadosa, sino un gesto de misión: llevamos a Jesús al mundo, para que Cristo transforme el mundo. ¿Cómo lo hace? A través nuestro. Dios ha querido que la esperanza de este mundo dependa también de nosotros. Que nuestra presencia no sea indiferente. Porque si tú estás aquí, si tú existes, es que aún hay algo que Dios quiere hacer por medio de ti. Quizás hoy alguien espera de ti una palabra, una escucha, una mano tendida. Quizá esa persona no la encontrará en discursos ni en redes sociales, sino en ti. En tu forma de mirar, de acercarte, de actuar.

La procesión del Corpus Christi, que haremos a continuación refleja que Jesús camina con nosotros, en nuestra mirada, nuestras manos, nuestras obras. El Papa Francisco nos advierte que no puede haber espiritualidad sin apertura al otro, “Los creyentes pensamos que, sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad” (FT, n. 272). La Eucaristía no es un premio para los perfectos, sino el pan para los pobres, el alimento de los que caminan. Y quienes comemos de ese Pan, estamos llamados a ser artesanos de paz, puentes de encuentro, sembradores de esperanza.

También nuestra Iglesia y nuestra sociedad Navarra necesita de personas que generen esperanza. Necesitamos mirar en las esquinas, en las calles, en lugares escondidos para descubrir a personas que han perdido la esperanza, y en este año del Jubileo de la esperanza, despertar esperanza en el futuro, en personas hundidas y rotas que se han cansado de luchar. En el evangelio hemos escuchado la multiplicación de los panes y los peces, Jesús genera esperanza, no mira hacia otro lado, no rechaza, no expulsa, no se desentiende. Jesús acoge, escucha, sana y alimenta, no pasa de largo.

Hoy Jesús quiere seguir alimentando a la gente que le busca, pero necesita nuestras manos, porque “Mientras haya personas, hay esperanza”.

 

+ Florencio Roselló Avellanas O de M

Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

Scroll al inicio
Navarra
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.