Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio, el pasado 1 de septiembre, en la Catedral de Pamplona, con motivo del Jubileo de los trabajadores de los colegios diocesanos
Hoy nuestra Iglesia diocesana de Navarra se viste de fiesta para acoger el Jubileo de los trabajadores de los colegios diocesanos. Lo hacemos al principio de curso, que también tiene un significado de preparación y de pedir la al Señor la fuerza para afrontar la etapa que abrimos hoy. Es un tiempo para pedir y renovar vuestro compromiso, no digo vuestro contrato, y renovar también nuestra entrega como iglesia diocesana. Cada uno de vosotros —docentes, personal de administración y servicios, monitores, personal de limpieza y cocina— sois parte viva de la misión educativa de la Iglesia de Navarra.
El Jubileo nos recuerda que Dios nos da la oportunidad de recomenzar, de dejar atrás el cansancio, de reconciliarnos con Él y con los hermanos, y mirar al futuro con esperanza. En nuestros colegios diocesanos es donde se aprenden muchas materias, pero sobre todo se aprende a vivir, a crecer como personas y como hijos de Dios. Vuestro trabajo no es solo un empleo, que también lo es, debe ser también vocacional. Se unen vocación, formación y empleo. Esta vocación hace que cada gesto, cada palabra, cada servicio silencioso, ayude a formar corazones cristianos para la vida y para la sociedad.
El objetivo del jubileo para los educadores y profesores debe ser educar en la esperanza. porque educar, enseñar no es fácil. Hay cansancio, hay dificultades, a veces incomprensión. Pero también hay mucha alegría, cuando vemos a un alumno descubrir algo nuevo, crecer en generosidad. La Iglesia quiere deciros hoy: ¡ánimo!, porque vuestro esfuerzo da fruto, aunque muchas veces no lo veáis inmediatamente. Educar es sembrar con paciencia, con esperanza, confiando en que la semilla crecerá en el tiempo de Dios. Como nos recuerda el apóstol Pablo: “Vuestra fatiga en el Señor no es en vano” (1Cor 15,58), al final el fruto aparece.
Navarra tiene una rica tradición educativa y cristiana. Nuestros colegios diocesanos están llamados a ser semilleros de fe y de humanidad en este tiempo, y también semilleros de vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa y matrimonial. Vivimos en una sociedad cambiante, donde los jóvenes se enfrentan a muchos retos: la incertidumbre, la falta de referentes, la fragilidad en los vínculos. Precisamente por eso, vuestra tarea es más necesaria que nunca. Sois acompañantes de camino, orientadores de futuro. Con vuestro trabajo bien hecho, con vuestra coherencia y vuestra fe, enseñáis a los jóvenes a trabajar por un futuro desde la fe.
El evangelio que hemos escuchado, es el que nos regala la liturgia del día, y creo que no hay otro evangelio para nuestro jubileo. El Señor quiere ungir a todos trabajadores de nuestros colegios diocesanos, y enviaros a anunciar la Buena Nueva. Podríamos decir que este pasaje es el programa de Jesús. Al escucharlo en este Jubileo de los trabajadores de los colegios diocesanos, descubrimos que también es el programa para vosotros, trabajadores de la educación diocesana, llamados a participar en la misma misión de Cristo.
La misión de Jesús nace de una unción: el Espíritu Santo. También nosotros hemos sido ungidos en el bautismo y fortalecidos en la confirmación para ser testigos. No trabajamos solo con nuestras fuerzas: es el Espíritu el que sostiene vuestra vocación educativa. En un colegio diocesano no basta la organización, los programas, la técnica pedagógica. Todo eso es necesario, pero lo que da vida es la presencia del Espíritu que inspira paciencia, creatividad, entrega y amor por los niños y jóvenes. El Jubileo nos recuerda que vuestro trabajo también es espiritual.
Un día escuché una expresión que me cautivó y orientó mi vocación, aunque a otros escandalizó, y decía “los pobres nos evangelizan”, porque Cristo se encarna especialmente en ellos. Hemos escuchado que Jesús es enviado a “Anunciar la Buena Noticia a los pobres”. Jesús dirige su mirada primero a los pobres y necesitados. También en nuestros colegios encontramos pobreza económica, familiar, afectiva, espiritual. La misión de cada trabajador del colegio es ser buena noticia para esos niños y familias, no solo con palabras, sino con gestos de cercanía, de acogida y de servicio. Corremos el peligro de dejarnos atrapar por los niños bien, los educados, los inteligentes, que llaman nuestra atención. No, queridos trabajadores de nuestros colegios, Jesús nos envía a llevar la Buena Noticia especialmente a los que no nos saludan, a los que no son los más inteligentes, a los que no van mejor vestidos. Un educador cristiano transmite esperanza. Cada vez que acompañamos con cariño, cada vez que corregimos con justicia y ternura, cada vez que escuchamos con paciencia, hacemos presente la Buena Noticia del Evangelio y transmitimos esperanza.
Queridos trabajadores de nuestros colegios diocesanos, este Jubileo es una invitación a renovar vuestra misión educativa desde el Evangelio de Jesús. Os envía con la fuerza de su Espíritu a ser buena noticia para los niños y jóvenes de los colegios diocesanos de Navarra. Os pide que eduquéis también el corazón. Pidamos al Señor que este Jubileo renueve la alegría de la vocación educadora, la fraternidad entre compañeros y la esperanza en el fruto de nuestro trabajo. Que María, Sede de la Sabiduría, con San Fermín y San Francisco Javier, copatronos de Navarra, nos acompañen en esta tarea educadora y evangelizadora.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela