Los niños de Gaza: El rostro de Cristo hambriento

Me siguen impresionando las fotos de los niños de Gaza buscando comida, con unos cuencos rotos, viejos, cogidos de la calle en busca de alimento. Me siguen impresionando las fotos de niños, unos encima de otros, peleándose y empujándose por una comida, que seguramente no caerá en el plato o el cuenco. Me siguen impresionando las fotos de los niños de Gaza famélicos, demacrados, peleando por la comida, pero delgados porque esa comida no llega, pero ellos están allí…sueñan con una comida que no comerán. Pero sobre todo me siguen impresionando las noticias sobre estos niños, inocentes, muy jóvenes, muy niños, que han sido tiroteados intentando conseguir comida para ellos y sus familias. Estas noticias golpean mi conciencia cuando escucho el número de niños muertos, unos por las balas y otros por el hambre. Nunca sabremos el número de niños muertos, nunca sabremos el número de niños desaparecidos. ¡Ante esta realidad no puedo callar ni mirar hacia otro lado!

¿Hasta cuándo? ¿Por qué? ¿Es posible que la muerte de niños por hambre o a causa de las balas no nos conmueva? ¿Qué sociedad estamos construyendo? No puedo dejar de pensar en las palabras de Jesús “Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis, de los que son como ellos es el Reino de los cielos” (Mt. 19, 14). Muchos niños gazatíes no se van a poder acercar a Jesús, no van a poder experimentar la alegría del Reino de los cielos, la alegría del Evangelio, que anunciaba el papa Francisco, porque sencillamente van a morir de hambre o por las balas, cuando vayan en busca de comida. El pasado 22 de agosto la ONU declaraba oficialmente la hambruna en Gaza. Israel lo negaba. “Esta situación se define como la extrema inseguridad alimentaria en la que se carece de acceso suficiente a alimentos para sobrevivir, lo que provoca altas tasas de desnutrición, enfermedad y mortalidad” (Definición de hambruna de la ONU).  Si a esto añadimos la violencia que se vive en la zona, la muerte es el final de esta situación.

Esta realidad me incomoda, por eso quiero hacer mías las palabras del papa Francisco, cuando el pasado 7 de diciembre, ante las presuntas muertes de siete niños en Gaza dijo “Esto es crueldad, no es guerra”, donde siempre mueren los mismos, los pobres, los niños, los enfermos, los ancianos. Los que declaran la guerra lo hacen desde cómodos sillones y desde cinturones de seguridad. El Papa Francisco manifestó el pasado 18 de noviembre de 2024 “Según algunos expertos…lo que está sucediendo en Gaza tiene las características de un genocidio” e insistió “deben investigarse cuidadosamente para determinar si encaja en la definición técnica, de genocidio, por juristas y organismos internacionales”. Esto es grave y no podemos quedarnos insensibles.

Estos niños de Gaza son el rostro del Cristo hambriento del que nos habla el evangelio, “tuve hambre y no me distéis de comer” (Mt. 25, 42), cuando hoy no se le niega el pan a nadie, pero es que además de no darles de comer les disparaban, los mataban. ¿Hay mayor genocidio que disparar a niños en busca de alimentos?  Hoy, los niños de Gaza, son el rostro del Cristo hambriento, pobre, delgado, buscando qué comer, buscando dónde ir, son el rostro del Cristo que muere baleado. Y Jesús nos reprochará “lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”” (Mt. 25, 45)

Quiero hacer mías las palabras del papa León XIV que el pasado 28 de mayo de este año, veinte días después de su elección, hizo un llamamiento desesperado a parar la guerra, «En Gaza hay cuerpos sin vida de niños. Detengan el fuego». Si un cuerpo sin vida de un niño, muerto de hambre o por las balas, no nos conmueve, no remueve nuestra conciencia, es que hemos construido una sociedad muerta, insensible, una sociedad sin futuro, a la cual yo no me quiero subir. Pero el mismo León XIV volvió a insistir “Desde la franja de Gaza, se elevan al cielo los gritos de madres y padres que sostienen los cuerpos sin vida de niños y que se ven obligados a desplazarse constantemente en busca de un poco de comida y un refugio más seguro frente a los bombardeos”, ¿hay cruz mayor para unos padres que sostener en brazos a sus hijos muertos de hambre o baleados? Lo repito, no podemos mirar hacia otro lado, tanto el papa Francisco, como el papa León XIV han alzado su voz para que este genocidio, esta guerra pare. Ningún acuerdo, por importante que sea, vale una vida humana, y menos si esta es la de un niño.

Cada imagen que veo del Cristo crucificado, descubro la imagen de un niño famélico, de un niño con ojos perdidos, de un niño al que se le notan todas las extremidades por el hambre, de un niño con el brazo extendido sosteniendo en su mano un cazo viejo en espera de comida…son los niños de Gaza en el rostro y la cruz de Cristo. Pero hoy no lo cambio por otro, es mi Cristo, que muere de hambre o asesinado por las balas en Gaza. Y me pregunto ¿hasta cuándo? Con Francisco y con León XIV grito ¡Basta ya! ¡Detened la guerra! ¡Ninguna conquista vale la vida de un solo niño!

 

+ Florencio Roselló Avellanas O de M

Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

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