Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 19 de octubre, en la parroquia de Santa Engracia de Sarriguren, con motivo de la celebración del Domund
Hoy celebramos el Domingo del Domund, la Jornada Mundial de las Misiones. Es un día en el que toda la Iglesia universal —desde las comunidades más humildes de África, América Latina y Asia hasta las parroquias de Navarra— se une para mirar más allá de sus fronteras y recordar que somos misioneros por vocación. Es un día para recordar que somos la misma Iglesia -Navarra, con las tierras de misión-, pero iglesias jóvenes necesitadas de ayuda de una iglesia madura como es la Iglesia de Navarra.
El lema de este año, “Misioneros de esperanza entre los pueblos”, nos invita a contemplar un mundo que sufre por la desesperanza: guerras que no cesan, familias que huyen, jóvenes que no encuentran sentido, pueblos que buscan justicia y dignidad. Y en medio, Dios nos llama a ser portadores de esperanza, no con discursos vacíos, sino con una vida que refleje el amor y la misericordia de Dios. Vivimos en un mundo lleno de promesas, muchas de ellas vacías. Promesas de bienestar: desarrollo, progreso, tecnología, pero muchas veces esas promesas quedan a medias o no llegan donde deben. Como bien se señala en los materiales de esta jornada, “la esperanza de verdad la da exclusivamente Dios”. La misión de la Iglesia, y en concreto de los misioneros, es anunciar que Dios nos ama, que la cruz de Cristo ha vencido al mal, que la resurrección abre un horizonte nuevo para todos los pueblos. En este sentido, los misioneros son “sembradores de esperanza” entre culturas diversas, sin falsas utopías o promesas, pero con la certeza de que Cristo está vivo y camina con nosotros
En la primera lectura del Éxodo, vemos a Moisés en lo alto de la colina sosteniendo las manos, mientras su pueblo lucha, y pidiendo a Dios. Cuando sus manos bajan, el pueblo pierde la batalla. Esta imagen nos recuerda que la victoria no depende solo de la fuerza humana, no depende solo de nosotros, sino de la intercesión, de la oración, de la comunión de un pueblo que se sostiene unos a otros. Dios no abandona a quien confía en ellos. Mientras Israel confiaba en el Señor el pueblo vencía, pero cuando se cansaba o no confiaba en Dios el pueblo se hundía y perdía la batalla. Lo mismo ocurre en las misiones: cuando lo dejamos todo en manos humanas, la misión no se contempla; en cambio, cuando confiamos en Dios, es el que lleva la obra a término.
En el evangelio de Lucas, Jesús nos presenta la parábola de la viuda persistente que pide justicia: “Dios hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche”. Nos dice que es necesario orar siempre, sin desfallecer. Oración y perseverancia. En el Domund, se nos invita a ver que la misión cristiana es una experiencia de comunión con Dios y de salida al encuentro de otros. La fe de la viuda logró que le atendieran, nuestra fe en Dios ayudará a las misiones.
Nuestra Iglesia transmite esperanza o no es Iglesia. Como nos decía el papa Francisco en la bula del Jubileo de la Esperanza 2025 “Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran al futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos, ocasión de reavivar la esperanza” (Spes non confundit, 1). En las tierras de misión este compromiso es todavía mayor, pues hay mucha gente que no conoce a Cristo, que no conoce la alegría y esperanza que puede reportarles la vida en Cristo. Es todavía más necesario que este Jubileo llegue a todos los confines de la tierra y de manera especial allí donde hay misioneros navarros, que es la Iglesia de Navarra comprometida en las misiones.
Hablar de las misiones es hablar de Navarra, es hablar de los más de mil misioneros que en épocas anteriores llevaron esperanza a lugares y países que, en tiempos pasados, ni sabíamos sus nombres ni salían en los medios. En países desconocidos, allí había un misionero o misionera navarro. Y aún, a pesar de haberse reducido la presencia en países de misión, nuestra Iglesia navarra, según la Delegación de Misiones, es generosa. “Navarra sigue teniendo 428 misioneros y misioneras repartidos por 57 países en cuatro continentes necesitados del anuncio del evangelio: América, Europa, África y Asia. De ellos, 346 desarrollan su labor en 21 países de América, donde trabajan en proyectos pastorales, educativos, sanitarios y de promoción social. En Europa 34 sirven en 10 países, acompañando comunidades y apoyando la nueva evangelización en contextos de secularización. En África, 32 misioneros trabajan en 18 países, muchos de ellos en entornos marcados por la pobreza, la inestabilidad o los conflictos. Por último, 16 navarros ejercen su labor misionera en Asia, en 8 países, centrando sus esfuerzos en la atención a los más vulnerables”.
La ayuda económica es importante. La misión necesita medios, recursos, y llegan a través del dinero. El papa León XIV, en su exhortación Dilexi Te, nos recuerda a san Pablo, que dice: “Dios ama al que da con alegría” (2Cor. 9,7). Navarra es la cuarta diócesis que más aporta a las misiones. El pasado año, en el Domund 2024, nuestra Iglesia de Navarra aportó 548.364 euros. Este año, para el Domund 2025, animo a ser generosos económicamente con la misión de los navarros, con la misión de la Iglesia de Navarra. A través de esta ayuda muchos hombres, mujeres y niños recuperan la esperanza y comienzan un nuevo camino.
Ser “misioneros de esperanza entre los pueblos” es dejar que ese rostro se refleje en el nuestro, en nuestros gestos, palabras y actitudes. Recemos también por los misioneros navarros, que están lejos de su tierra, y por quienes desde aquí sostienen la misión con su oración y su apoyo.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

