Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el 3 de diciembre, en la basílica del castillo de Javier, con motivo de la fiesta de San Francisco Javier, patrón de Navarra y de las Misiones
Un año más regresamos al Castillo de Javier. Para la Iglesia de Navarra es como volver a nuestra casa, sentimos que Francisco nos espera. San Francisco Javier, nuestro copatrono, nació y creció entre estos muros, y en esta tierra. San Francisco Javier lo tenía todo para ser feliz a los ojos del mundo: un futuro prometedor, una familia solvente, un castillo poderoso. Marchó a París donde realizó estudios con gran brillantez, adquirió prestigio en la universidad, tenía amistades influyentes, no le faltaba de nada. Pero el encuentro con Ignacio de Loyola en París le cambió la vida cuando le dice “¿De qué te sirve ganar el mundo entero si pierdes la vida?”. No era un reproche ni una llamada de atención, era una invitación a plantearse la vida de otra manera, a despertar.
Fue un hombre de gran visión, que no conoció fronteras. Dios le ensanchó el corazón para que en él tuviesen cabida todas personas. No le detuvo ni el clima, ni el idioma, ni la cultura oriental, porque su corazón no podía quedarse entre estos muros, sino que se hizo tan amplio que abrazó el mundo. Con mirada amplia llegó más allá que le alcanzaba la vista. Su deseo de llegar a todos le llevó a desafiar mares, horizontes, miedos y calamidades. Superó fronteras, nacionalidades, culturas y religiones. No despreció a nadie por el color de la piel, ni puso límite al idioma ni a las religiones antiguas. Su pasión por Cristo le llevó a recorrer miles de kilómetros: Lisboa, Goa, la India, Japón, las costas del sudeste asiático… Incluso soñó con entrar en China antes de morir en la isla de Sancián.
En un mundo que a veces destaca las diferencias, Francisco Javier nos enseña a vivir abiertos, a mirar a cada persona como tierra sagrada donde Dios quiere sembrar vida. La persona es creatura de Dios, creada a su imagen y semejanza. Ir contra una persona, sea cual sea su condición social, cultural, religiosa, de procedencia, su sexo, es ir contra el mismo Cristo. Francisco Javier veía en las personas evangelizadas al mismo Cristo sufriendo y padeciendo, pero también veía a personas hambrientas de Cristo, sedientas de Dios. Francisco Javier evangelizó a todos sin hacer acepción de personas. Su corazón ancho, su mirada larga, sus brazos poderosos para abrazar acogieron a las personas necesitadas de Dios, pero también necesitadas de pan, de afecto, y de libertad. La evangelización de San Francisco Javier fue integral. Francisco Javier tenía claro que evangelizar no es imponer, no es obligar, ni convencer por la fuerza, es proponer, sugerir. Es servir, lavar los pies, amar hasta el extremo. Es dignificar su vida, humanizar su existencia, respetar su condición de persona, por encima de toda ideologización o estigmatización. La persona, creada por Dios no puede estar condicionada por las ideas. La persona es mucho más valiosa que cualquier idea. Francisco Javier pone en el centro a las personas, especialmente a los más pobres, como así nos dijo el papa Francisco en una de sus catequesis en Roma, «Dondequiera que estaba, cuidaba mucho de los enfermos, los pobres y los niños». (17 mayo 2023).
San Francisco Javier tiene una personalidad arrolladora, impulsado por el Evangelio hace suyas las palabras de San Pablo en la segunda lectura “¡Ay de mí, sino anuncio el evangelio!” (1Cor. 9, 16). Estos muros de Javier no le retienen, los estudios de París no le satisfacen, siente un vacío interior que le lleva a dar más, a pedir más, a no conformarse con una vida tranquila, segura, burguesa. Anunciar el evangelio no lo percibe como una obligación, como un mandato, sino como fuerte compromiso que sale de su conciencia, de su conversión. Siente que puede y que debe evangelizar. En la vida de San
Francisco Javier no hay límites, siempre mirando al frente, de mirada larga. Comprendió que el Evangelio no es una idea, sino un fuego, un estilo de vida. Quien lo recibe de verdad, siente en lo profundo esa urgencia de “ay de mí si no anuncio el Evangelio”. Esta actitud del santo misionero nos lleva a preguntarnos cómo es nuestra evangelización. Nos da miedo salir de nuestras iglesias. Nos da temor hablar de Dios en ambientes lejanos a la religión.
Este día también tiene una significación especial, celebramos el día de Navarra, toda nuestra Comunidad Foral está de fiesta. San Francisco Javier ha conseguido poner a Navarra en el mapa, sobre todo fuera de España. Pocas figuras logran poner de acuerdo a una realidad tan plural y diversa como Navarra, y nuestro santo Francisco de Javier lo consigue. De mirada amplia, de brazos abiertos, de corazón ancho, de conciencia recta, se presenta hoy como ese nuevo estilo que nuestra sociedad necesita. Donde todos tengamos un espacio, donde seamos escuchados y respetados. Hoy, todos nos presentamos como abiertos, democráticos y luchadores por la libertad, pero en cambio vivimos en una sociedad dividida y polarizada. Navarra, tierra acogedora, ¡cuántos peregrinos pasan cada año!, ¡cuántos inmigrantes han construido su hogar aquí! tierra emprendedora ¡cuánta gente ha buscado su futuro aquí! ¡Navarra tierra de paso a Francia y a otros lugares de España! San Francisco Javier nos habla de respeto, tolerancia y cercanía con los más pobres. Nuestro patrón dejó esta tierra para construir una nueva tierra desde los valores evangélicos de paz, de justicia, de amor en nombre de Cristo. ¿Es posible mantener los valores de San Francisco Javier en Navarra? ¿Tienen cabida los valores de tolerancia, acogida, mirada amplia en nuestra tierra?
En el evangelio hemos escuchado unas palabras que cambiaron la vida de San Francisco Javier “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. (Mc. 16, 15). Unas palabras que también cambiaron la vida de casi 500 misioneros navarros que en la actualidad están llevando el mensaje liberador del evangelio, y de alguna manera el espíritu de Navarra llega a muchos rincones del mundo. En otra época se llegaron a 1.000 misioneros Los misioneros internacionalizan nuestra comunidad foral, se ven pañuelicos rojos y se escuchan jotas navarras en lugares muy lejanos de nuestra tierra.. San Francisco Javier se ha encarnado en tantos hombres y mujeres navarros que lo han dejado todo por la misión, y han buscado a los pequeños y humildes para dar vida al evangelio. Hoy son protagonistas también de este día, y son centro de nuestra celebración. Decirles que los recordamos, que los queremos y admiramos. En la carta de felicitación navideña que he escrito a los misioneros les decía “Sois ejemplo, sois vida de evangelio y sois el rostro de la Iglesia de Navarra en la misión”. Posiblemente la Iglesia de Navarra sea la que más lejos llegue de todas las Iglesias locales del mundo y todo gracias a nuestros misioneros navarros.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

