Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio, el pasado 31 de mayo, en la iglesia de la Milagrosa de los PP. Paúles de Pamplona, con motivo del 75 aniversario del colegio Santa Catalina Labouré
Hijas de la Caridad, gracias por vuestra obra, gracias por los 75 años del colegio santa Catalina Labouré en Pamplona. Allá por el año 1950, las Hijas de la Caridad se aventuraron en una empresa, la creación de un colegio, que, como toda obra social de estas hermanas, es fronterizo, y pone a prueba al Señor. Pero su fe es tal, que al final todo le sale bien. Y este colegio, les salió bien, porque estamos celebrando los 75 años de su fundación y de su buen funcionamiento.
En la información que me pasan me dicen las hermanas, que este colegio surge, después de la guerra civil para dar educación a niños, muchos sin familia. Sus inicios son como orfanato y escuela, en un edificio llamado “La casita”, al lado del arzobispado. Inicialmente con el nombre de “colegio la Sagrada Familia”. En el año 1948, se trasladan a la calle abejeras, donde se construye el actual colegio. Al principio era como un internado de niñas. El colegio quiere ser fiel al carisma vicenciano, también en la actualidad. Es un lugar de acogida de alumnado desfavorecido, presta atención a la diversificación educativa, y trabaja por la integración de todo tipo de alumnado
Este colegio lleva el nombre de una santa que nos habla de humildad y servicio silencioso: Santa Catalina Labouré. Aquella joven Hija de la Caridad que recibió la visita de la Virgen y que, sin buscar protagonismo, fue instrumento de una gran devoción: la Medalla Milagrosa, cuya fiesta celebramos el pasado noviembre, también en esta iglesia de la Milagrosa. Su vida nos recuerda que la verdadera educación no solo informa, sino transforma; no solo enseña, sino que forma el corazón para amar, servir y soñar. Su testimonio nos inspira a seguir construyendo una escuela donde Jesús sea el centro y María, nuestra guía. Para las Hijas de la Caridad, educar no es solo una tarea profesional, sino una vocación, un llamado de Dios. En cada maestro, educador o directivo del colegio, reconocemos esa entrega generosa que, a veces en el silencio, va formando hombres y mujeres nuevos.
San Pablo, en la carta a los Romanos que acabamos de escuchar, nos ofrece un camino del amor cristiano. Es una palabra muy oportuna para esta celebración, porque el texto nos habla de lo que ha sostenido este colegio durante todos estos años: el amor sincero, la entrega generosa, y la comunión fraterna. Durante 75 años, aquí se ha intentado formar no solo la mente, sino también el corazón. No solo profesionales competentes, sino personas con vocación de servicio. Porque nuestro colegio no es simplemente un lugar de instrucción académica: es un espacio donde se aprende a vivir el Evangelio en lo cotidiano.
Esta lectura de San Pablo puede reflejar la historia del colegio. Han pasado tiempos fáciles y otros difíciles. La historia de este colegio no ha sido fácil, pero ¡ha valido la pena! Siempre ha habido personas que han mantenido viva la esperanza: profesores, alumnos, padres de familia. Y especialmente, la comunidad de las Hijas de la Caridad, que con sencillez y caridad han sido columna espiritual de esta obra educativa.
El evangelio de la visitación que hemos leído nos lleva a dar gracias a Dios por su obra en este colegio, al igual que María se alegró porque “el poderoso ha hecho obras grandes por mí”, se llena de gozo y reconoce la obra de Dios en su vida. Así también nosotros, al mirar estos 75 años de nuestro colegio santa María Labouré, reconocemos la mano del Señor guiando nuestros pasos. Un colegio que refleja el espíritu del Magníficat, pues se ha fijado en los humildes, en los sencillos, en los necesitados, es una obra, un colegio, muy propio de la Hijas de la Caridad. Este colegio ha trabajado por ensalzar a los pequeños, a los humildes, a los sencillos, y así se ha convertido también en obra de Dios.
Este 31 de mayo de 2025, queremos celebrar, con la sencillez que caracteriza a nuestro colegio, pero con todo el cariño a esta historia de amor a la educación y la Virgen, una eucaristía de acción de gracias por estos 75 años de trayectoria, y pedirle también por el futuro de nuestro centro. Como comunidad educativa y eclesial, queremos dar gracias a Dios por todas las personas que han hecho posible este camino de 75 años. Dios ha estado grande con nosotros, y estamos alegres, que ha cantado María en el Magníficat. Porque cada aula ha sido un pequeño santuario del saber; cada patio, un espacio de encuentro fraterno; cada experiencia vivida, una semilla que germina en el corazón de niños y jóvenes.
Queridos hermanos y hermanas: demos gracias a Dios con alegría por estos 75 años. Gracias por cada docente que sembró sabiduría; por cada alumno que pasó por estas aulas; por cada familia que confió en esta obra; por cada religiosa que entregó su vida silenciosamente al servicio de los demás. Pongamos, sobre el altar la historia, el presente y el porvenir del colegio. Y que Santa Catalina, San Vicente de Paúl y la Virgen María nos sigan acompañando en este camino de fe, servicio y educación.
Agradecemos a Dios por las Hijas de la Caridad, por los laicos comprometidos, por docentes y personal, por familias enteras que han creído que educar es mucho más que enseñar: es acompañar, es formar corazones, es transmitir la fe con alegría. Que el Colegio Santa Catalina Labouré siga siendo luz en Pamplona, en nuestro barrio, casa de puertas abiertas, comunidad que acoge y transforma.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela