La Catedral de Santa María la Real de Pamplona se llenó de gozo, emoción y gratitud este pasado domingo 29 de junio a las seis de la tarde, en una ceremonia inolvidable que marcó un hito para la diócesis de Pamplona y Tudela: la ordenación sacerdotal de José Humberto Chamalé, las ordenaciones diaconales de Jon Díaz, Manuel Torralba y David Gutiérrez, y la incorporación como diáconos permanentes de Beñat Goñi, Eloy Robles e Iván Ruiz.
El arzobispo de Pamplona, monseñor Florencio Roselló, presidió la solemne liturgia, en la que los siete ordenandos pronunciaron su rotundo «sí» a Dios y a la Iglesia. Un sí que, como afirmó el prelado en su homilía, “resuena con fuerza en nuestra Iglesia de Navarra”, porque no es un simple paso más, sino “el comienzo de una vida ofrecida”.
Con palabras cercanas y llenas de aliento, monseñor Roselló recordó que “Dios no llama por lo que sois. No os pide perfección, pide fidelidad”. Y, citando a San Pablo, alentó a los nuevos ministros a confiar en la fuerza que viene de lo alto: “Nuestra capacidad nos viene de Dios, que nos ha capacitado para ser servidores de una alianza nueva”.
El nuevo presbítero, José Humberto Chamalé, originario de Guatemala y formado en el Seminario Redemptoris Mater, recibió la ordenación sacerdotal tras años de entrega. “Ahora vas a ser configurado con Cristo Cabeza y Pastor —le dijo el arzobispo—. La ordenación sacerdotal no es poder, sino servicio”.
También fue un día especial para los tres nuevos diáconos transitorios: Jon Díaz, Manuel Torralba y David Gutiérrez. Provenientes del Seminario Diocesano San Miguel Arcángel, inician ahora la última etapa antes del sacerdocio. “No lo viváis como una cuenta atrás —advirtió Roselló—, el ministerio diaconal no es un ‘ministerio de segunda’, es un envío al servicio”. Emoción particular despertó la ordenación de los tres diáconos permanentes, ya que no se celebraba una en Navarra desde 2012. Beñat, Eloy e Iván asumieron este ministerio como puente entre la Iglesia y el mundo. “Sois ministros ordenados, pero también hombres inmersos en la vida cotidiana”, destacó el arzobispo. Y añadió con ternura y firmeza: “Vuestro sí, además de personal, es familiar, y por lo tanto agradezco también el sí de la familia”.
La ceremonia fue también un signo poderoso para toda la comunidad diocesana. “Nuestra diócesis os necesita y se alegra de vuestro sí”, proclamó monseñor Roselló. Porque, como recordó con fuerza, “el mundo tiene muchos predicadores, pero pocos testigos… No basta hablar de Dios; hay que mostrarlo con la vida”.
En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, y entre los muros centenarios de la catedral, la Iglesia de Navarra vivió una jornada de esperanza y renovación. Siete hombres han dicho “sí” a Dios. Y sobre esas piedras, como afirmó el arzobispo, “sostendré la Iglesia de Navarra”.