El navarro Txarly Azcona, misionero de la comunidad capuchina en el Vicariato Apostólico de Aguarico de la Amazonía ecuatoriana, se encuentra en España colaborando con la animación misionera del Domund. Aprovechamos su visita para charlar con él sobre la situación de los pueblos de la Amazonía, su vocación misionera y el papel de la Iglesia en este territorio tan explotado por el hombre donde los derechos humanos son vulnerados.
¿Cómo y cuándo surgió su vocación misionera?
Voy a cumplir 48 años como capuchino. Fue en el año 81 cuando participé en un capítulo, representando a los que estábamos en formación, en el que participó Mons. Alejandro Labaka. Nosotros ya seguíamos su trabajo con los pueblos indígenas, su labor contra las petroleras, etc., pero al conocerlo en persona me impactó mucho, así que le pedí al Provincial de la orden realizar un discernimiento. Ese discernimiento no llegó a anda, pero tres años después, en el 84, volví a retomar ese discernimiento misionero y tomé la decisión de pedir mi salida de España.
Para mí, mi primera profesión existencial, el momento más fuerte de asumir el camino de Jesús y de seguirlo en la misión fue cuando me tuve que despedir de mi familia y de mis amigos. Allí apareció mi vocación misionera.
40 años de misionero en Ecuador, ¿Qué le ha enseñado la misión en este país?
Lo primero, que uno va con todo el entusiasmo, pensando que va a cambiar las cosas y te encuentra con una realidad muy distinta. Pero esa dura realidad te trasforma personalmente.
La misión me ha ayudado mucho a crecer en el amor y seguimiento a Jesús y a abrir los ojos a la realidad muy cruda. Me ha ayudado a caminar con un ojo puesto en Jesucristo y con el otro en la realidad. En ese sentido me ha ayudado mucho a relativizar las cosas, a dar importancia a lo importante, a tener humildad y a estar cerca de los que sufren, apoyándoles, compartiendo sus sufrimientos, etc. Todo eso me ha hecho ver que hay una fuerza que viene del Espíritu Santo que nos hace emprender caminos muy sorprendentes.
Y ¿Qué es lo más duro con lo que se ha encontrado en Ecuador?
Lo que más me impresionó fue ver morir 10 niños en cuestión de 15 días. Acababa de llegar de España y esas cosas no se veían aquí, y menos ver morir a niños por cosas tan sencillas de curar como una diarrea.
Me impacta ver una realidad en la que conviven personas muy ricas como una mayoría muy pobre que no tiene los servicios básicos, que son explotados, donde se violan constantemente los derechos humanos.
Hay zonas del país donde solo interesan los recursos naturales (el petróleo, la minería, etc.), pero no interesa la gente. Son poblaciones abocadas a ser exterminadas por el bien de unos pocos. La vida no vale nada, el desprecio a los derechos humanos, la destrucción de la Amazonía sin control, etc. Nosotros no nos oponemos a que haya una explotación, pero que sea respetuosa con la vida y que sea amigable con la naturaleza, que se haga con respeto.
Además ahora está el tráfico de droga y eso provoca muchas mafias, muerte, violencia. Ahora se ha disparado y las autoridades están metidas en esta corrupción.
¿Qué papel juega la Iglesia allí?
En la Iglesia, a veces, también somos cómplices de esta explotación. Pero gracias a Dios hay obispos que son sensibles con el tema y que están comprometidos con la causa.
Se celebró el Sínodo de la Amazonía y nos dio una certeza de que los caminos que había emprendido la Iglesia de estar junto a la gente, junto a las comunidades y de escuchar su voz, sus gritos y participar con ellos en estas luchas es algo muy hermoso. La iglesia en la Amazonía es una iglesia que está comprometida y que está muy cerca de toda esta gente. Y eso es una luz dentro de este panorama tan doloroso y desgarrador donde la vida está marginada y solo interesan los recursos.
En la Amazonía ecuatoriana ¿Qué se respeta menos, los derechos humanos o los derechos de la naturaleza?
Para nosotros son dos derechos que van juntos. Están unidos porque respetar los derechos humanos es respetar el ambiente natural. En las comunidades donde nosotros estamos la gente vive en armonía. Ellos no tienen el concepto de explotación, de guardar recurso, etc. Viven en armonía día a día. Muchas veces los dirigentes indígenas nos han dicho que si les talamos un árbol estamos talando su identidad. “Si ustedes envenenan nuestros ríos nos están exterminando, si ustedes realmente no respetan nuestro territorio nos están matando”. Para ellos, toda la naturaleza es vida y por eso está unido. No respetar la naturaleza es no respetar a los pueblos y al mismo tiempo, cuando se matan a los pueblos se están matando esa armonía que hay entre ellos.
Ahora, está pasando una cosa muy grave con la minería, con los derrames de petróleo a los ríos, porque la vida social de muchas comunidades se basa en el río. Allí se baña, allí se juntan para hablar, viven de la pesca de esos ríos… Y ahora se está matando todo eso.
Para nosotros, en la Amazonía no puede haber respeto de los derechos humanos si no hay respeto por la naturaleza. Para nosotros es un solo grito porque van unidos.
Hace 5 años participó en el Sínodo de la Amazonía ¿Qué se sacó en claro de ese Sínodo y en qué línea se está trabajando para llevar a delante los objetivos acordados?
El Sínodo fue una preparación por la REPAM, que surgió para luchar conjuntamente todos los pueblos de la Amazonía (Ecuador, Perú, Brasil, Colombia, Bolivia, Venezuela, etc). Los problemas son tan grandes que se creó esta Red Eclesial Panamazónica para recoger todos los gritos, las violaciones a los derechos y estar unidos. Después, el Papa encargó a la REPAM la preparación del Sínodo, en el que participaron más de 90.000 personas. El Sínodo surgió de abajo, desde las comunidades, recogiendo los gritos, las voces, las esperanzas, las violaciones, los sueños, el Cristo inédito que estaba en todos los pueblos. El Sínodo fue un ratificar el camino que ya se estaba llevando en la Amazonía. El Papa nos incitó al desborde, a soñar, a que el Evangelio llegue y a que seamos creativos. Primero hemos recogido todas las voces de la Amazonía, hemos seguido unas pautas y los cuatro sueños marcados por el Papa. Luego la realización siempre es menor, pero hay una luz, una nueva evangelización que está surgiendo desde los pueblos, desde las comunidades. Cristo está en cada una de esas comunidades y nosotros solo tenemos que entrar con ellos para conocer a ese Cristo que ya está. Y eso cambia la perspectiva de evangelización porque no vamos a llevar a Cristo, sino que, con mucho respeto, entramos con ellos a descubrir a ese Cristo que ya está caminando con ellos.
El Sínodo ha sido un pilar muy importante para tomar nuevos ánimos y dar un paso donde el protagonismo está en los pueblos. El Evangelio se encarne en esa Amazonía.
Otro capuchino que estuvo ejerciendo su ministerio en la Amazonía ecuatoriana hasta su asesinato fue Mons. Labaka, ¿Qué representa esta persona para usted?
Para mí representa mucho porque fue el que motivo de mi vocación misionera.
En segundo lugar, porque, nada más llegar a Ecuador, participé en una semana de formación en el Vicariato donde estaba Mons. Labaka, la hermana Inés, Mons. Proaño, misioneros y comunidades indígenas. Eso me hizo acercarme a toda esa realidad.
El martirio de Mons. Labaka y la hermana Inés por defender a los pueblos frente a las petroleras, ese dar la vida por los más desfavorecidos me emociona. Se sintieron tan cautivados por el Evangelio, por Jesús, que su testimonio misionero es de una gran luz y una gran fuerza. Su entrega, su resistencia, su amor a Jesús, su amor a las minorías, es admirable. Esa tenacidad, ese apostar por los que no cuentan y dar la vida por ellos es un gran testimonio y ese testimonio me sigue cautivando y es inspirador de mi presencia en la Amazonía.
¿Qué les diría a las personas de aquí para concienciarles sobre el problema de la Amazonía?
Me gustaría decirles que la Amazonía está lejos, pero es importante para todos. Si la destruimos daremos al traste con todo. No somos conscientes del bien que es la Amazonía para toda la sociedad. Tenemos que abrir los ojos, cambiar nuestro estilo de vida, tenemos que quitar tanto consumismo, tanto individualismo y abrir los ojos porque o nos salvamos todos o nos perdemos todos.
Yo sueño con una Amazonía donde los pueblos puedan vivir en paz y donde se acabe el extermino, la explotación y podamos vivir con lo que Dios creó. Una Amazonía donde haya vida, donde haya armonía, felicidad y todo lo podamos compartir. ❏